Jóvenes e Internet: una relación de dependencia

24/05/2017 · Según un estudio llevado a cabo a más de medio millón de adolescentes de 15 años de 72 países por la OCDE, el 70% de los adolescentes españoles manifiesta sentirse «realmente mal» si no tienen conexión a internet. Uno datos que evidencian la alta dependencia que las nuevas generaciones tienen de éstos dispositivos, cuya pérdida puede generarles altos niveles de estrés y ansiedad, porblemas de salud como la obesidad y alto riesgo de aislamiento.

La era digital ha creado una sociedad hiperconectada. Sus beneficios son varios y se expanden hacia una mejora de la comunicación, entornos más colaborativos, acceso global a la información… Sin embargo, las nuevas generaciones de jóvenes, muy deseadas por las empresas por su excelente manejo de estas herramientas, también están desarrollando una elevada dependencia hacia ellas.

En este sentido, según una investigación de la OCDE, 7 de cada 10 adolescentes españoles aseguran sentirse «realmente mal» si no tienen conexión a Internet. Asimismo, el 91% mantiene el teléfono móvil conectado a internet en casa y afirma sentirse bien usando dispositivos digitales. Otro dato del informe es que el 61% se inició en esta tecnología antes de los 10 años.

Sin embargo, esta gratificación que sienten los menores no exclusiva de su colecto. En palabras de Natalia Cantón-Milán, socióloga y profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC (Univesitat Oberta de Cataluña), «la sensación de sentirse conectado con otros no sólo gusta a los más jóvenes, sino a todo el mundo». Prueba de ello es la expansión que ha tenido redes sociales como Facebook, Instagram o Twitter, entre otras.

El problema nace cuando obtener ‘un me gusta’ en una de ellas, se vincula a la felicidad. Algo que sucede más a menudo de lo que se piensa. Según Enric Puig Punyet, doctor en Filosofía, profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, «la sensación de felicidad que puede conllevar la hiperconexión es un espejismo, y construir la identidad a partir de la respuesta en redes provoca un círculo vicioso de dependencia que puede llegar a suponer cuadros de ansiedad y depresión».

Esa sobre conexión está fijada por la OCDE, en España, en 167 minutos diarios entre semana y 215 los fines de semana. Además, un 22% de los adolescentes afirma pasar más de 6 horas diarias en la red, grupo que en el estudio llaman «usuarios extremos».

Estas cifras se explican, en parte, por la forma en la que se han creado estas plataformas. «La gran mayoría de aplicaciones de internet que usamos actualmente son muy pensadas para crearnos dependencia», afirma Puig Punyet que exige que se empiece a «pedir responsabilidad a los desarrolladores» y alerta a la sociedad a tomar conciencia del diseño adictivo de estas herramientas para lograr la «liberación del usuario».

Por otro lado, Cantón-Milán señala que los jóvenes sufren la ausencia de Internet porque «es una de las formas principales de estar conectado con los amigos y, en una cultura de la inmediatez, no saber qué se dice o donde se queda puede significar quedar excluido» y puntualiza que la desconexión tiene un significado diferente para los adultos y para los más jóvenes.

«Nos desconectamos de cosas diferentes», explica Cantón-Milán. «Para muchos adultos, desconectar significa "vacaciones" y es más fácil hacerlo, en cambio, para los adolescentes, es una tortura», advierte.

El informe de la OCDE hace un diagnóstico de las ventajas y los riesgos que el uso de la red puede suponer para las criaturas. El estudio señala que, si bien estar conectado puede «aumentar el bienestar porque provee entretenimiento y elimina los obstáculos para la socialización», también conlleva algunos peligros. Por ejemplo, un uso excesivo de la red puede estar relacionado con menos ejercicio físico, trastornos del sueño y obesidad, además de minar la motivación, la concentración de los alumnos y revertir en aislamiento.

Otra de las consecuencias a las que apunta Puig Punyet es a la pérdida de la calidad en las interacciones humanas. Según el profesional ahora prima más la cantidad de interacciones que lo que se dicen en ellas, se ahí que la satisfacción sea pasajera y la creatividad anulada por la necesidad de inmediatez.

Finalmente, los expertos subrayan la responsabilidad de los padres y de la escuela a la hora de enseñar a los menores a desconectar o equilibrar el uso de las herramientas digitales. Asimismo, Puig Punyet señala que la apuesta de las escuelas por la digitalización conlleva, por un lado, enseñar a usar las herramientas digitales sensatamente, pero, por otro, imponer una sobreconnexión en las aulas. «Si uno de los valores que hay que enseñar a los más jóvenes es el equilibrio entre la vida digital y la física, no podemos basar toda la escolarización en herramientas digitales», recomienda.

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