Revista digital
TRIBUNA
abril 2017

La magia de contar cuentos

Julius Lamb,
Socio Director de Blc Desarrollo Barcelona

 
Julius LambNico lo tenía todo preparado. Era ya esa hora. Dientes lavados, cara lavada, con algunos mechones de pelo rojizo todavía mojados y pegados a la frente, se había acomodado con dos almohadas sabiendo perfectamente que una acabaría tirada en el suelo durante la noche.
A su lado, a una distancia prudencial, lo justo para que le hiciera compañía pero que no pareciera que le necesitaba, estaba Cooper; ese perrillo de peluche al que le faltaba un ojo y que tras innumerables horas de juego y aventuras andaba algo cansado y descosido pero que seguía siendo su inseparable compañero de sueños. Cooper, a diferencia de la almohada extra, no acabaría en el suelo, pasaría la noche pegado a su amigo. La luz de la habitación era tenue y Nico había encendido la lámpara de lectura situada estratégicamente al lado de su cama. Nico había dejado un hueco en el lado derecho de la cama suficiente para que su madre se pudiera sentar cómodamente y a la izquierda había desplegado 3 de sus libros favoritos. Se había tomado su tiempo en colocarlos. Jugarían a elegir cuento y Nico los había colocado de manera que pareciera aleatoria pero que en realidad daba preferencia a su libro favorito. Elegir libro era una parte importante del proceso. Todo estaba preparado. Todo era perfecto.

Oyó sonar el teléfono en el salón. Eran las 9 de la noche. Eso sólo podía significar una cosa. Nico se resistía a creerlo, puso su mano inconscientemente encima de los libros y cerró los ojos con fuerza y esperó. Oyó los pasos de su madre acercándose por el pasillo. La puerta se abrió y su madre entró y se sentó a su lado “Nico, lo siento” dijo. “Me han llamado del hospital, tengo que ir enseguida. ¿Mañana, vale? Mañana haremos sesión doble.” “Si Mamá, lo entiendo, no te preocupes,….. te quiero.” Al cerrase la puerta, Nico apagó la luz, tiró la almohada al suelo y agarró a Cooper y se envolvió en el edredón. No habría cuento. La magia se había desvanecido.

¿Pero, de dónde viene esa magia? Desde siempre nos han encantado los cuentos y no sólo porque nos recuerdan a esos momentos entrañables en que nuestros padres nos contaban el cuento antes de ir a dormir. Nos encantan también porque son la forma de comunicación compleja más antigua que existe y nuestro cerebro ha aprendido a amar los cuentos. Los cuentos y las historias formaron parte de los primeros momentos de ocio del ser humano. Nos sirvieron, en un principio, para compartir las noticias del día, para contar al resto de la tribu cómo había ido la caza o qué había pasado con la crecida del río. Y fueron complicándose e incorporando nuevos elementos para servir de aviso, para contar noticias, hazañas, costumbres, hacer reír, asustar y explicar las acciones y los caprichos de los dioses. Nuestro cerebro aprendió a identificar los cuentos como algo valioso a que se había de prestar atención.

El cerebro humano reacciona de manera diferente ante un cuento que ante una presentación, un gráfico o una tabla de datos. Ante un cuento no sentimos la necesidad de analizar, de juzgar o de evaluar, ante un cuento somos más receptivos y adoptamos un estado de calma atenta. Esta es una de las razones por las que contar cuentos es una herramienta tan poderosa de comunicación. Contando un cuento o una historia tendremos por unos momentos la atención completa e indivisa de nuestro público. Y ese es el momento de llegar al alma de quien nos escucha. A través de los cuentos además de la atención, activamos la empatía, la receptividad, las ganas de formar parte de esa historia que se está narrando.

Pero no cualquier cuento sirve. Un buen cuento tiene que contar con los elementos críticos que encontraremos en todos los grandes historias. No importa si hablas sobre un producto o un servicio, sobre tu empresa, sobre tu proyecto o tus clientes, debe haber un héroe, un villano, una situación complicada, un giro inesperado y una resolución. Un buen cuento tiene conflicto, tiene lucha, indecisión, complicación y antagonismo. Tiene personajes que podríamos ser nosotros. Un buen cuento crea expectativa y anticipación, es creíble e increíble a la vez y los cuentos que más nos gustan son los que acaban bien.

Así que incluye un cuento en tu próxima presentación, discurso o artículo. Sorprende con una historia que encienda la emoción en tus oyentes o lectores, que les llegue de una manera clara y fluida al alma. No pienses solamente en qué vas a decir si no en cómo lo vas a contar.

Y para terminar una reflexión: Si volviéramos por un momento a la habitación de Nico, ¿qué creéis que podría pasar? Si queréis podéis compartir vuestras ideas conmigo…
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