Revista digital
TRIBUNA
febrero 2013

No sé atarme los cordones…

Sonsoles Galindo,
consultora de Isavia

 
Sonsoles GalindoEl problema no es la existencia del dispositivo, sino el mal uso que algunos hacen de él
Un estudio reciente revelaba que el 70% de los niños entre 2 y 5 años sabe utilizar el ratón del ordenador y tan sólo un 11% sabe atarse los cordones de las zapatillas solos.

Llevamos ya unos años hablando de cómo ha cambiado la forma de aprender y de lo poco que ha cambiado la forma de enseñar en las escuelas, las universidades y, discúlpenme, las empresas y escuelas de negocios. Además, en el colegio y la universidad no se descuida sólo el cómo se enseña, sino también el qué.

Cuántas veces en un curso de formación en una compañía hemos oído los formadores frases como: “si esto me lo hubieran enseñado hace 20 años”, “me encantaría que mi hijo escuchara esto”…

¿Qué pasaría si formáramos a los jóvenes en habilidades? ¿Qué ocurriría si aprendieran, por ejemplo, algunas nociones de resolución de conflictos antes de su primer trabajo en grupo en la carrera? ¿No les ayudaría saber algo de gestión del tiempo antes de hacer los exámenes de bachillerato? Y qué decir de lo bien que les vendría recibir formación acerca de presentaciones eficaces o
comunicación antes de presentar esos trabajos en la facultad. ¿No sería buena idea que se formaran acerca de integración cultural o de asertividad? ¿Qué pasaría si tuvieran optativas que fomentaran sus intereses reales? ¿Qué pasaría si les dejáramos descubrir su talento?

Probablemente, años más tarde, tendríamos mejores profesionales y, tal y como lo veo yo, mejores ciudadanos, ¿no creen?

En los últimos tiempos algunas empresas de formación hemos practicado el aprendizaje por la experiencia, herramientas de desarrollo como el coaching y/o hemos aprendido a gestionar nuestras emociones. ¿Por qué hay que esperar a estar en una gran empresa y ser directivo para recibir formación tan vital?

Hemos educado generaciones de niños, adolescentes y jóvenes “ocupados”, pero no les hemos enseñado a gestionar el estrés, la tristeza, la rabia o la frustración.

Empecemos por entender que su forma de relacionarse con el mundo o con sus iguales es distinta a la nuestra. Ni mejor ni peor, distinta. Pasemos por comprender que sus inquietudes y sus tiempos son distintos. Y terminemos por darles aquello que realmente no tuvimos, una formación completa que les ayude a hacer frente a lo que realmente se encontrarán: equipos multiculturales, movilidad geográfica máxima, entornos de trabajo matriciales, nuevas vías de comunicación…

¿Cómo influirá en las empresas el hecho de que los futuros empleados, aquellos que hoy son jóvenes o adolescentes, estén acostumbrados a interrelacionarse como lo hacen hoy en día y a recibir respuestas inmediatas? ¿Estamos preparados para estas “nuevas formas de entender”?

Con un sistema educativo herencia de la escuela de la era industrial, en la que la enseñanza era más eficaz cuanto más homogéneos eran los estudiantes y su aprendizaje, no seremos capaces de preparar a ciudadanos y profesionales completos para el futuro.

En un mundo en el que un estudiante puede acceder a la información que quiera desde cualquier lugar con su dispositivo móvil, se preguntan “si eso ya está en Internet ¿por qué tengo que aprenderlo?”. Ayudémosles a desarrollar su capacidad crítica para con toda esa información. A descubrir lo que les es útil y les motiva. Acompañarles para que utilicen la información, no para que la consuman sin más.

Según la biografía de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson (2011), Bill Gates visitó a Jobs en la última etapa de su enfermedad y estuvieron hablando de la educación del futuro, intentando imaginar cómo sería. Imaginaron clases en las que se debatía y se resolvían problemas, mientras que las lecciones se toman en casa a través de vídeos o herramientas similares.

Porque todavía hay quien se molesta al ver un portátil en una reunión. El problema no es la existencia del dispositivo, sino el mal uso que algunos hacen de él. Enseñemos a los profesionales actuales y futuros las nuevas reglas de comportamiento al respecto. Las nuevas generaciones son más rápidas escribiendo en sus dispositivos móviles que a mano.

¿Aún se resisten a la presencia de dispositivos electrónicos en reuniones? Permítanme otro dato que apoya la importancia de estas herramientas en la nueva era: los usuarios de tabletas leen, de media, nueve libros más al año que los que no utilizan una tableta.

Les dejo una última reflexión: ¿estamos nosotros preparados para entender, potenciar y disfrutar esta nueva forma de hacer las cosas?
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