Revista digital
TRIBUNA
septiembre 2015

El aprendizaje de nuevos hábitos

Consol Iranzo,,
directora general de Karisma

 
Consol Iranzo,Si queremos, somos capaces de aprender y modificiar lo que deseemos
Imagino que todos estamos de acuerdo en que existen una serie de hábitos regulares que nos ayudan a gestionar nuestro día a día, dado que son comportamientos que realizamos de forma rutinaria, que requieren un nivel de energía ínfimo y a los que prestamos poca atención.

El cerebro reptiliano, el más antiguo con 250 millones de años, es el cerebro de los peces, lagartos y algunos vertebrados inferiores. Es la base de nuestros instintos y, en particular, el de conservación del que derivan los demás. También permite responder a nuestras necesidades fundamentales: beber, comer, defenderse, reproducirse, etc. Su función principal es garantizar la supervivencia del individuo y de la especie. Dirige las funciones que atienden a las necesidades básicas del organismo: hambre, sed, sueño, pulsiones sexuales... y los reflejos de defensa como la huída y la agresividad. Este cerebro es una especie de piloto automático y no tiene capacidad de adaptación. Actúa de un modo único y estereotipado.

Todos los actos instintivos y rituales corresponden al cerebro reptiliano: chuparse el dedo, rascarse la nariz, comerse las uñas, También lo encontramos en ciertos hábitos como, por ejemplo, sentarse siempre en el mismo lugar ("marcar el territorio"), sea en el coche, en la oficina, etc.

En mi trabajo como coach observo que las personas que vienen a mi despacho siempre tienden a sentarse en el mismo sitio. Imagino que, de alguna forma, sienten que es su lugar y, por ello, se encuentran más cómodas en este. A algunas de estas personas me he permitido preguntarles porqué siempre se sientan el mismo lugar y la respuesta, después de un instante de sorpresa, es que ni se habían percatado de que siempre eligen la misma silla. Simplemente es un acto rutinario.

También he advertido un comportamiento similar en las sesiones de coaching de equipos que realizo. Las personas que ocupan un lugar concreto en el inicio del proceso, tienen la tendencia a querer ocupar el mismo a lo largo del mismo. Si a ello añadimos que pueden ser equipos que se reúnen asiduamente, nos encontramos ante la circunstancia de que repiten el lugar que ocupan en sus reuniones de trabajo.

Como ejemplo puedo contar una experiencia que tuve con un equipo, al que le solicité que intercambiaran posiciones, ya que ello les iba a permitir tener diferentes perspectivas y también potenciar cambios en sus interrelaciones y comunicaciones. La primera reacción fue de sorpresa, incluso diría que percibí cierta incomodidad. De hecho, uno de los miembros del equipo alegó que no podía cambiar de lugar, pues, por problemas en la espalda, disponía de una silla especial. Ante mi respuesta de que desplazara la silla hasta el nuevo lugar elegido, se quedó unos segundos perplejo para luego manifestar que, si cambiaba de sitio después de tanto tiempo, se iba a sentir desubicado.

¿Que nos sugiere este tipo de comportamientos? Evidentemente, a priori, no parece existir ningún tipo de amenaza de la cual la persona deba defenderse, pero lo cierto es que hay una resistencia a modificar un hábito. Dicha resistencia se debe a que todo lo que nos es desconocido, en principio, lo podemos percibir como una amenaza. Por tanto, tendemos a repetir experiencias conocidas y favorables y, aunque en algunos casos estos hábitos o rutinas son necesarios, en otros nos limitan e impiden avanzar, aprender nuevos hábitos, o bien innovar.

Jane Wardle, profesora de Psicología Clínica y directora del Centro de Investigación sobre Conductas de la Salud del University College of London, en un estudio recientemente publicado en el European Journal of Social Psychology, afirma que, para convertir un nuevo objetivo o actividad en algo automático, de tal forma que no tengamos que utilizar nuestra fuerza de voluntad, se precisan 66 días frente a los 21 días que se creía hasta ahora.

Ello significa que, si queremos, somos capaces de aprender y modificar lo que deseemos. Eso sí, para ello es preciso tener una actitud positiva y creer totalmente en nuestra infinitas posibilidades.

Mi reflexión, que deseo compartir con todos vosotros, es que considero importante que nos detengamos a analizar qué hábitos y comportamientos regulares de nuestra vida son los que elegimos como prácticos, saludables, necesarios… y, por tanto, decidimos que continúen formando parte de nuestra vida. Paralelamente es recomendable (y diría que totalmente necesario) hacer un profundo análisis de cuáles se están convirtiendo en barreras que nos impiden salir de nuestra zona de confort limitando la posibilidad de aprender y enriquecernos de forma continuada.

Una vez realizado este análisis pongámonos manos a la obra. No debemos olvidar que tenemos muchas más capacidades de las que pensamos. Los miedos nos pueden frenar muchas veces, pero la única forma de ver de lo que somos capaces es poniéndonos en acción. Como dijo Santiago Ramón y Cajal: “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”.
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