Revista digital
TRIBUNA
mayo 2004

Liderazgo en tiempos de caos: concentración vs. reparto de poder

Enrique Serrano,
Director de Unisys Consulting

 
Enrique SerranoVivimos momentos en los que el concepto de liderazgo se esta transformando, al igual que lo hace el perfil del directivo que busca la mayoría de las compañías.
Si ya R.M Stogdill en su obra Handbook of Leadership publicada en el 1974, recogía hasta 60 definiciones diferentes agrupadas en distintas categorías, también lo hacía en su revisión, en el año 1990, donde reconocía el concepto de liderazgo como:

• Núcleo de los procesos grupales y en el trabajo en equipo.
• Líder como individuo con una personalidad impactante.
• El arte de inducir a la sumisión.
• Una relación de poder que modifica conductas en los demás.
• Un modo particular de persuasión.
• Expresión de determinadas conductas.
• Instrumento para la consecución de metas.
• Diferenciación de roles.

Sin embargo, liderazgo, en los tiempos en los que vivimos, nos es otra cosa que el arte de gestionar el caos reinante en las compañías para cumplir con los objetivos y, a la vez, mantener alineadas a las personas en la misma dirección. Esto implica mantener altos niveles de motivación y rendimiento de las personas, así como la consecución de una mayoría de adeptos con respecto a la persona que ejerce liderazgo.

Si, como algunos autores apuntan, una compañía que crece por debajo del 3% durante más de tres ejercicios seguimos está destinada a la desaparición, en el sistema en el que nos encontramos no queda más remedio, por tanto, que crecer por encima de esta cifra. Si además, la compañía se encuentra dentro de un contexto de mercado, éste impondrá unos crecimientos medios que van a marcar los patrones de actuación para todos. Todo esto repercute directamente en las exigencias que un alto directivo, hoy, tiene para definir sus objetivos o los objetivos de compañía: si no creces, mueres.

Es por este motivo que el nivel de actividad, de responsabilidad y de exigencia, en la toma de decisiones, es cada vez mayor, lo cual incide directamente en los niveles de angustia, ansiedad y stress del directivo que ve como cada vez tiene más tareas y personas a las que gestionar y menos tiempo para dedicar. Este hecho lleva a situaciones en las que es tal la concentración de actividades alrededor de la persona que su día a día se convierte en un “achique de agua” permanente, para evitar el hundimiento del barco, siendo el criterio contable LIFO (Last IN, First Out) la principal metodología aplicada.

En algunos casos, hay directivos que acaban ahogándose y sucumbiendo a las fuerzas de la naturaleza y, en otros, aprenden a gestionar el caos diario y salen adelante.

Una de las principales claves para resolver dicho caos es la imperiosa necesidad de reparto de poder dada la eliminación de líneas de mando, por el aplanamiento de las estructuras así como la optimización de las pirámides. Y es aquí donde estriba una de las grandes cuestiones del directivo actual: ¿concentración o reparto de poder?

Concentración
Es la tendencia, de muchos directivos, concentrar todo el poder a su alrededor para administrarlo en dosis pequeñas, a su conveniencia, lo cual les asegura el control de cualquier decisión o situación. Esta opción no tiene que ver con su grado de experiencia o conocimiento y sí con su madurez y seguridad en sí mismos, así como con su propia inteligencia. Al principio, la concentración de poder funciona muy bien porque provoca una sensación de bienestar, al percibir que todo se tiene bajo control. Con el tiempo, y dada la situación de crecimiento obligado a la que aludía en párrafos anteriores, el directivo puede acabar ahogado en su propio éxito, por desbordamiento. Trabajará todas las horas del mundo y no con ello conseguirá su propósito, causándole una eterna insatisfacción.

Constituye una medida inteligente si se dispone de un buen equipo y del suficiente poder como para poderlo repartir, aparte de que cada uno esté dispuesto a asumir mayores capacidades de decisión. Si dicha distribución se realiza en cascada, la estructura puede permitir la asunción de mayores crecimientos de la compañía, con una mejor amortiguación de la carga de trabajo en el proceso de toma de decisiones.

Dicho reparto significa disponer de la suficiente capacidad de delegación como para ceder roles y decisiones sin necesidad de trasladar la responsabilidad, que siempre ha de recaer en el directivo.

No obstante, y esta es la parte negativa, también con este estilo existe la posibilidad de derivación de decisiones y responsabilidades, cuando el directivo tenga ocasión ya que con ello se libera de trabajo y pueden dedicar su tiempo a vivir mejor, mientras tienen a sus equipos trabajando duro para sacar delante los objetivos.

Por tanto, una de las claves, para poder gestionar eficazmente el caos reinante, consiste en dosificar y equilibrar convenientemente la distribución de poder en la organización, de tal forma que cada miembro del equipo pueda obtener altas dosis de rendimiento y motivación ejerciendo dicho poder, lo cual nos da una nueva dimensión del concepto de liderazgo. Por ello, tanto los autores Hackman y Johnson, como Crawford a finales de los noventa ya introdujeron esta importante característica dentro de su propuesta de los seis factores centrales de la personalidad del lider:

. Empowering: crea y reparte poder.
. Creativo: desafía la realidad.
. Interactivo: se involucra e involucra a los demás.
. Visionario: no piensa en el día a día, sino que predice el mañana.
. Apasionado: disfruta con su trabajo y su gente.
. Etico: se comportan como es debido.
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