Marcos Moreno Ameigenda, Restructuring manager Retirement de Aon
La respuesta puede parecer simple si no se pertenece a un colectivo vulnerable, pero no será el caso para todos aquellos que, por ejemplo, están llegando a su última etapa laboral, y se prejubilan, o incluso ya se han jubilado, y se encuentran ante un reto para alcanzar y mantener una salud financiera adecuada durante los próximos años. Todo el mundo conoce o convive con alguna persona en esta situación que nos lanza la pregunta: “¿Cómo voy yo a vivir ahora con lo que me ha quedado?”. Existen diversas y abundantes fuentes de incertidumbre: un entorno económico cada vez más volátil y complejo; que no todas las personas que acceden a esa situación disponen de los mismos recursos económicos o patrimoniales; los cambios en las pensiones públicas, los que ya están en marcha y los que podrían venir, y el retraso de la salida del mercado de trabajo; o la evolución de la inflación, y su afectación directa o indirecta en las pensiones.
esos que con tanto esfuerzo durante toda la vida se han logrado. Instrumentos cuyos rendimientos están altamente ligados a la evolución de los tipos de interés, algunos bien conocidos, pero poco atractivos estos últimos años, como han sido las cuentas corrientes o los depósitos bancarios, fórmulas de acumulación de capital como son los seguros de ahorro, no demasiado extendidos, o los planes de pensiones donde se necesita una dosis de conocimiento de fiscalidad, y otros con incremento del riesgo asumido como los fondos de inversión, unit link, o la tenencia de acciones. Por no dejar ningún instrumento al margen, comentemos también la hipoteca inversa, aquel producto financiero que transforma el valor de la vivienda en una renta complementaria de pensión. Genera dificultad en su comprensión, y además rechazo cultural a la pérdida del patrimonio básico común de las familias españolas: la vivienda. En cuanto a plazos se refiere, tengamos además en cuenta la distinta perspectiva que cada uno tiene sobre su expectativa de vida. Mientras que uno se hace mayor se presupone menos gasto en cuanto a los consumos habituales; sin embargo, aparece un elemento distorsionador creciente muy relevante como es la situación de dependencia, poco resuelta a día de hoy en cuanto a su cobertura pública, y que requiere normalmente de una capacidad financiera alta o de una mayor implicación económica de las personas más allegadas.
Por terminar el análisis de la situación y de los diferentes conceptos y magnitudes con mayor dificultad para entender, describir dos circunstancias añadidas relevantes: la limitación en el acceso a la información financiera y su gestión. Las tecnologías han debilitado, y mucho, el acceso a las personas nada digitales, que en colectivos como el de los prejubilados y jubilados aún es muy relevante; y la edad es también un factor básico ya que cuando una persona es joven o de mediana edad no suele estar excesivamente preocupada por sus finanzas futuras, sin embargo, es precisamente una buena planificación anticipada lo que garantizará una mejor situación llegado el momento.
Resumiendo, el objetivo es lograr el bienestar financiero, blindar la situación, y garantizar que se puede alcanzar una madurez sin sobresaltos económicos, sin embargo, lo que se tiene delante en esas situaciones es un gran reto de conocimiento financiero y con un cierto grado de complejidad. Pero… ¿existen soluciones para reducir esta incertidumbre? Si bien la situación a la que nos enfrentemos no es sencilla, hay soluciones y herramientas que nos ayudarán a mejorar nuestro conocimiento, y tomar las mejores decisiones al respecto de nuestra salud financiera. Pero no siempre están al alcance de todos, por lo que es aquí donde desde las organizaciones se puede ayudar a los empleados a planificar adecuadamente la etapa de la jubilación.
Sobre todo, estando muy atentos a los perfiles inversores de las personas mayores, normalmente con alta aversión al riesgo, por lo que habrá que facilitar los productos que mejor cumplen con unas expectativas mínimas de rentabilidad, y siempre manteniendo niveles bajos o nulos de riesgo. En esa línea, y para las personas que se acercan a su jubilación, existe una solución de producto asegurado al que se puede tener acceso de forma individual, aunque también –y es más habitual–, desde la empresa u organización, y sin coste añadido para ésta. Se trata de la instrumentación de la indemnización por cese en el trabajo a través de un seguro de rentas temporales, el cual se puede confeccionar atendiendo a las particularidades de la vida laboral del empleado y, por tanto, conociendo desde su inicio las características e implicaciones de su próximo acceso a la jubilación. Esta solución proporciona un nivel fijo de ingresos mensuales, incluyendo las cuotas al CESS (convenio especial con la SS para mantenimiento de las cotizaciones y garantizando el acceso a la mejor pensión de jubilación posible). A su vez, ofrece una rentabilidad garantizada hasta el final del contrato, e incorpora garantías de reversibilidad en caso de incapacidad o fallecimiento, eliminando totalmente el riesgo de pérdida económica. Con la creciente subida de tipos de interés, se hace aún más atractivo acudir a este tipo de soluciones, ya que se benefician del ahorro garantizado reduciendo la prima inicial y, por tanto, anticipando la rentabilidad, sin menoscabo de la total ausencia de riesgo.
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