Según un Informe realizado por Infojobs sobre formación, el 60% de los trabajadores encuestados tiene pensado formarse a lo largo del 2022. De hecho, durante la pandemia 4 de cada 10 trabajadores decidieron formarse por diferentes motivos: seguir creciendo profesionalmente (54%), mejorar la competitividad (46%) o desarrollarse personalmente (45%).
Cuando una empresa se preocupa por ofrecer formación adecuada y constante a sus trabajadores, sabe que, si se ha hecho bien, el beneficio impactará positivamente en la persona, pero también en el equipo y, por tanto, en la organización. Los equipos capaces de surfear cada ola en un entorno de incertidumbre son aquellos con capacidad de adaptación y es el resultado, entre otras cosas, de haberse formado. Es así como conseguimos empresas capaces de sobrevivir ante futuros que no pueden ser previstos.
La consultoría de recursos humanos Inginium destaca algunos de los beneficios añadidos de la formación:
- Distribución de funciones extendida y versátil. Al estar los colaboradores más formados, pueden asumir paulatinamente nuevas tareas o mayores responsabilidades con éxito, lo cual es una ventaja organizativamente.
- Aumento de la productividad. Invertir en formación tiene un impacto directo en la eficiencia y en la capacidad de innovar, lo cual repercute en la productividad y el aporte valor en la realización de sus tareas diarias.
- Más motivación, menos rotación. La actitud de los trabajadores cambia cuando la empresa ofrece la posibilidad de seguir adquiriendo nuevos conocimientos de interés para el trabajador, abriendo la puerta a la autorrealización mediante el logro, a la percepción de avance en su carrera y a la sensación de que la empresa se preocupa por motivarle.
- Mejora de la imagen corporativa. Cuando la empresa invierte en sus empleados está creando una fuerte imagen de empresa a partir de una propuesta de valor para las personas externas. De hecho son muchas las organizaciones responsables con su employer branding.
Nuevos formatos de aprendizaje
A este punto no cabe duda que los planes de formación en las empresas son clave para la supervivencia profesional y organizacional. Según Inginium, para lograr implantar estos programas formativos, existen diversos formatos adaptables a cada circunstancia:
- Gamificación. No debe confundirse con ‘jugar’, aunque sí es una metodología que utiliza elementos de juego en la formación como estrategias, reglas, desafíos, puntos, premios, equipos o niveles. La clave de su eficacia está en la generación de experiencias y emociones positivas asociadas al aprendizaje.
- Microlearning. Consiste en impartir la formación fragmentada en pequeñas cápsulas centradas en un único tema. Su corta duración permite visionar el contenido en momentos ‘muertos’ (esperas antes de una reunión o traslados en transporte) y logra mantener la atención y, sobre todo, la retención del participante.
- Reverse mentoring. Las nuevas generaciones se convierten en mentores de los más veteranos en cuestiones de tecnología o redes sociales, los cuales deben adaptarse a las nuevas herramientas digitales para la consecución de sus tareas.
- Social learning. Las comunidades de aprendizaje y práctica tienen como objetivo, mediante una comunidad virtual, compartir información, ideas y buenas prácticas que otros miembros puedan eventualmente aplicar en sus puestos.
- Entornos personales de aprendizaje (EPAs). Se trata de un enfoque del autoaprendizaje en el que cada individuo selecciona los contenidos, recursos, herramientas y conexiones sociales que estime adecuadas para construir su propio universo de conocimiento. Posteriormente, es importante organizar y gestionar el EPA en plataformas digitales como Symbaloo.
En España, según Eurostat, un 75% de las empresas españolas ofrecen programas de formación, la cuestión es que se realicen de forma innovadora, personalizada y útil a los propósitos organizativos.