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Casi todos nosotros sabemos que algunos directivos se pasean por los centros de trabajo a partir de las siete de la tarde para conocer de primera mano quienes son los que «se dejan la piel» por «la causa» (algunos seguramente hasta lo habrán sufrido). Pero lo que a muchos de nosotros nos puede resultar curioso es saber que una de las funciones de los representantes sindicales de los países europeos situados por encima de los Pirineos y de los Alpes, sea precisamente la de pedir explicaciones a aquellos que permanecen en su puesto mas allá de las cinco. Cuando nuestros colegas alemanes o franceses gastan una escasa media hora para almorzar a las doce o los ingleses sacan de sus fiambreras los sándwiches traídos de casa no es en ningún caso porque sean mas «frugales» que nosotros, simplemente, quieren estar de vuelta en sus casas a las cinco y cuarto.  En España se almorzaba a la misma hora que en el resto de Europa hasta la II República. Después, durante la posguerra, se hizo imprescindible el pluriempleo para poder llegar a fin de mes y los horarios terminaban a las 15 horas para dar tiempo a poder «empalmar» con el siguiente trabajo. Para hablar de conciliación, por tanto, tendremos que hablar de la necesidad de cambios mucho más profundos que tomar ciertas medidas «cosméticas» en las empresas.
Para conciliar la vida personal y profesional también se han de revisar algunas de las formas de liderazgo de los directivos. En la medida en que éstos continúen cerrando tratos en almuerzos interminables (propio de nuestra cultura) y exijan por pleitesía que el resto emule sus horarios, no se logrará la conciliación. Al igual que ocurre con aquellos responsables de equipos que no tienen intención de regresar a sus casas para no tenerse que enfrentar a su insoportable soledad (aunque tengan pareja, cuatro hijos y la suegra, o tal vez por eso) y exigen al resto acompañarlo haciendo como si trabajaran aunque en realidad estén mirando la clasificación de su equipo de fútbol favorito. Conviene aquí recordar que tenemos el dudoso honor de ser uno de los países europeos con la jornada laboral mas extensa mientras -contra toda lógica- estamos en el vagón de cola en cuanto a productividad se refiere.
En definitiva, para superar el reto de la conciliación tendremos que afrontar dos cambios de paradigmas muy profundos: uno cultural y otro de liderazgo. Con respecto al primero, hemos de buscar más la eficiencia y la eficacia durante el tiempo en el que trabajamos y saber que aunque seamos culturalmente afiliativos, necesitamos encontrar un sano equilibrio productivo. Con respecto al segundo, los líderes han de gestionar el talento desde una perspectiva integral, no obviando que los profesionales son personas que además de tener objetivos empresariales, tienen una vida que desarrollar más allá de las empresas. Ni las personas frustradas en su vida personal ni los trabajadores estresados rinden adecuadamente (y no olvidemos que el estrés afecta, en distintos grados, al 43% de la población activa).
Así pues, transformar la cultura empresarial y la forma de dirigir para adaptarse a las necesidades de los profesionales, es una apuesta por el futuro tanto desde un punto de vista económico, porque implica resultados, como personal, porque ayuda a incrementar la satisfacción individual.