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TRIBUNA
febrero 2018

La Formación, herramienta clave para incrementar la productividad

José Luis Gómez,
director financiero de Adecco Training

 
José Luis GómezUn informe del Fondo Económico Mundial para el año 2017 pone de manifiesto un dato en el que sitúa a España a la cola de Europa en lo que se ha dado en llamar "desarrollo del capital humano", o lo que es lo mismo, la formación y productividad de sus trabajadores. El paro, el subempleo, el sistema educativo, el bajo porcentaje del empleo cualificado, la escasa formación a las empresas, entre otras cosas, es lo que explica el aserto anterior. El referido informe considera una puntuación de 70 sobre cien como desarrollo alto, situando la media de Europa occidental y España en el 71 y 65, respectivamente, lo que supone un diferencial significativo.
De la comparativa porcentual se obtiene un ranking que facilita la medición del adecuado desarrollo y aprovechamiento del capital humano, situando a España en el puesto 44 de 130 países, aparentemente muy por debajo de su importancia económica en términos de PIB y de renta per-cápita. Conviene señalar que se trata del mismo Foro que en otro informe señalaba a España como el país más competitivo del mundo en el sector turístico.

La formación, al igual que tantos otros aspectos de la vida económica y social, ha estado marcada desde hace unos años por una crisis económica de una duración y virulencia inusitada. En efecto, la crisis ha afectado de lleno al papel de la formación en el ámbito de la empresa. Así, la empresa española en crisis ha procedido a buscar soluciones y no siempre en la misma dirección; en unos casos con recortes en formación y comunicación, seguramente con el propósito de recuperar más adelante el terreno perdido. La calificación de intangible a ambos conceptos puede que haya facilitado el tratamiento de los mismos siguiendo la falsa idea de ser más prescindibles, equivocada opinión, hasta el punto de que en muchas ocasiones son las materias más necesarias. Si todo ello se enmarca en el contexto adecuado se llega a la conclusión de que la formación ha de ser continua.

En algunos casos los efectos de la crisis han sido demoledores en la medida que muchas empresas han adoptado una posición a corto plazo al adoptar un comportamiento" timorato" dejando irse al talento en el que invirtieron en épocas pasadas. Tal es el caso de las empresas que, tensionadas por procesos de reestructuración, han elegido como mejor solución la reducción de costes a corto plazo. El error estriba en que con demasiada frecuencia las partidas eliminadas son las de formación en la idea de volver a la senda correcta cuando la situación mejore.

Ciertamente una crisis nunca tiene efectos beneficiosos, pero también lo es que constituye un revulsivo en el que tanto las empresas como los trabajadores toman conciencia de la importancia de la formación y de la necesidad de un reciclaje continuado de los conocimientos y de las habilidades profesionales.

Se trata además de un sector muy cambiante y en continua progresión. Hoy día las empresas demandan una mayor flexibilidad, no en el sentido de despedir a trabajadores, sino por la colaboración exigible a los empleados en la adaptación de sus conocimientos, habilidades y aptitudes a los nuevos escenarios.

Tal y como refería anteriormente, en la crisis ha habido comportamientos distintos en las empresas: unos hacían recortes reduciendo las partidas que consideraban innecesarias o menos importantes, que en sus casos más extremos procedían a eliminar en su totalidad el presupuesto destinado a la formación de los trabajadores; sin embargo otros hicieron una apuesta decidida por sus recursos humanos y en seguir formando a sus equipos. Los años transcurridos permiten sacar conclusiones y no es exagerado afirmar que estas empresas se han convertido en auténticas supervivientes de la crisis al lograr mejorar su competitividad, reforzar la confianza y autoestima de sus trabajadores y generar un comportamiento de pertenencia a un equipo. Se trata de ver a los trabajadores no tanto como un gasto sino como un activo, para muchos el más importante. A estos efectos la distinción entre multinacional y pyme carece de significación.

Así las cosas, la inversión en formación es imprescindible, por lo que los créditos destinados a ello tendrían que desprenderse de la consideración de gasto y fijar el acento en la formación como capital humano, aumentando la productividad de los empleados y generando mejores resultados para la empresa. La formación aumenta la productividad de los trabajadores, genera mayor confianza de estos con la empresa donde trabaja, aumenta la motivación e incrementa muy sustancialmente el sentido de pertenencia a la empresa. Para los trabajadores los créditos de inversión para formación les abren el campo a mayores y mejores oportunidades de empleo y por ende mejores salarios. Si a ello se une la mayor facilidad para en caso de paro encontrar empleo el éxito de la inversión está asegurado.

Así mismo, la formación aumenta la productividad, la calidad de servicios y productos, mejora el trato y la satisfacción, fideliza al cliente y al propio empleado lo que repercute en una mejora de su retribución y tal y como está comprobado reduce gastos de absentismo.

En definitiva, la formación es la antesala de la productividad. La inversión de la empresa en formar a sus trabajadores no sólo sirve para la capacitación de los mismos, sino que hace la empresa más productiva, con mayores beneficios y mejor imagen.

Es por estas razones y otras de menor calado por las que en Adecco Training estamos convencidos de la bondad de la formación como herramienta eficaz para aumentar los resultados de la empresa a través del capital humano.
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