Revista digital
TRIBUNA
febrero 2021

Los 5 síes a las oficinas del futuro

Ana Belén Crisóstomo,
directora de Proyectos de Chavsa

 
Ana Belén CrisóstomoEl fin de la pandemia parece algo más cerca, pero lo que está claro es que ya ha cambiado sustancialmente, y probablemente para siempre, la forma de las relaciones sociales. Si esto es ya una evidencia, lo es de forma más incontestable todavía en lo que respecta al entorno laboral. Los espacios de trabajo asisten en estos momentos a un proceso de transformación insólito. Y si no fuera por el drama que subyace a este cambio, habría que decir, además, un proceso apasionante.
No se trata, en todo caso, de un cambio inesperado. La pandemia no ha hecho más que acelerar un proceso irreversible que estaba sobre la mesa desde hace algunos años, y que apuntaba a la necesidad de plantear espacios de trabajo más sociables, amables y favorecedores de una mayor productividad.

En este cambio hacia un nuevo modelo de oficinas del futuro, la consigna es la flexibilidad y la capacidad de ser abiertos y estar predispuestos al cambio. No tiene sentido a estas alturas pretender que todo vaya a ser como lo era antes. Se trata de adaptarse a las nuevas circunstancias, e incluso, si es posible, ganar en competitividad y salir reforzados.

Las empresas que quieran regresar a fórmulas de espacios de trabajo compartidos están obligadas a “decir sí” a una serie de cambios. Cambios que afectan tanto a la forma de relación laboral como a los propios espacios de trabajo. No hablamos de decir “oficinas sí” u “oficinas no”, sino más bien de establecer cómo tienen que ser las oficinas del futuro. Y eso pasa por los siguientes cinco síes:


1.- Sí (rotundo) a un modelo híbrido de teletrabajo y trabajo presencial. Se ha hablado y escrito mucho en estos meses sobre las bondades del teletrabajo, y también de sus miserias. Estamos todavía en un proceso de aprendizaje para conseguir un adecuado equilibrio entre la vida personal y profesional, en el que también se están implicando las empresas. Pero si algo ha demostrado el confinamiento es que echamos de menos el contacto presencial. La videoconferencia te permite conectar de inmediato con otros profesionales, salvando las distancias y con un ahorro considerable de costes. Pero nunca será comparable a una reunión presencial. La presencialidad aporta algo que es esencial en nuestras vidas: el contacto humano, y las percepciones y sensaciones intangibles asociadas. Difícilmente, además, se pueden trabajar valores y sentimientos como el de comunidad, la confianza o el orgullo de pertenencia a distancia. El teletrabajo funciona cuando es una elección y no una obligación. No queremos quedarnos en casa, queremos elegir donde trabajar según las necesidades (también en casa.) Un buen mix es la clave.

2.- Sí a jugar con los límites visuales en la creación de espacios flexibles. Las exigencias de distancia social obligan a los diseñadores de espacios de trabajo a la sectorización. Pero sectorizar no quiere decir construir particiones físicas. Es posible delimitar zonas a través de límites conceptuales. De esta manera, con un enfoque flexible, favorecemos la interacción a distancia, fortaleciendo la comunicación, las sinergias y el trabajo creativo compartido. Hay que tender, pues, a reducir los despachos y puestos fijos: lo ideal es que cada empleado pueda elegir dónde trabajar en función de la tarea que tenga que desarrollar. Son los espacios los que tienen que adaptarse a las personas y no al revés.

3.- Sí al diseño emocional de espacios. La comunicación online consagra la experiencia sensorial a lo visual y lo auditivo, prescindiendo inevitablemente del resto de sentidos. Los cinco sentidos suman a la hora de alcanzar experiencias satisfactorias. Y debemos conseguir que el trabajo, en lo posible, lo sea. Por eso, los diseños de los espacios deben estar concebidos para apelar a los cinco sentidos, fomentando el bienestar físico e intelectual y reduciendo el estrés y ansiedad con un enfoque claramente emocional.

4.- Sí a las nuevas tecnologías. La tecnología debe facilitar nuestro día a día. Una tecnología orientada hacia la persona, y hacia el fomento de las capacidades personales, sociales y profesionales. Gracias a la tecnología, tenemos además la oportunidad de trabajar de forma más sostenible, favoreciendo el ahorro energético y un consumo de recursos más eficiente. Invertir en tecnología, por ello, nunca debe plantearse como un gasto, sino como una inversión que tendrá un excelente retorno.

5.- Sí al silencio. El silencio, la ansiada paz, ayuda a trabajar con más equilibrio. Para ello, y teniendo en cuenta que buscamos espacios abiertos y no la clásica parcelación de oficinas, es vital una buena acústica. Que podamos controlar el ruido mediante elementos absorbentes. Porque pocas cosas producen en los empleados más ansiedad que el exceso de ruido.


Estos cinco síes deben ir enmarcados en un gran sí que los envuelve a todos: sí a pensar que se puede ser feliz en el lugar de trabajo. Todo es cuestión de actitud… Y de pensar bien en cómo debe ser la oficina del futuro.

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