Qué te hace ser, realmente, un buen coach
Enrique Jurado,
CEO de Darte Human and Business School
Mis más de 15 años ejerciendo como coach, junto con toda la formación recibida (y que nunca dejo de recibir), no solo relacionada con el coaching, sino dentro del plano del desarrollo humano en general, así como la experiencia que me ha otorgado ser formador de coaches en mi propia escuela, me permiten poder escribir sobre el asunto que traigo hoy: qué hace que un coach sea un buen coach.
Creo que ya me he referido a ello en otras tribunas anteriores, pero la proliferación de coaches de ‘tres al cuarto’ aprovechando la ola de demanda de esta profesión, ha sido uno de los principales enemigos del coaching y de los que nos dedicamos a ello realmente desde la profesionalidad y la ética.
Las personas que reciben coaching de manos de inexpertos y falsos gurús del desarrollo humano pueden acabar teniendo la sensación de que el coaching es, en realidad, un fraude cuando, insisto, mi propia experiencia me demuestra que un proceso de coaching bien aplicado sí que cumple lo que promete y que las personas que lo prueban inician un proceso de transformación desde el minuto uno.
Por ello me parece necesaria una reflexión como la que traigo en estas líneas en las que me gustaría destacar los puntos que, a mi parecer, debe cumplir o seguir un coach profesional para que se pueda decir que realmente es bueno, o por lo menos, que está actuando de forma correcta en lo que hace. Estos puntos tienen similitudes con las conocidas como competencias clave de ICF que deben marcar la práctica del coaching, puesto que son por las que me rijo para mi labor como coach y por las que deben regirse los coaches certificados.
Ser coachee antes que coach
Con esto me refiero a que para poder ser un buen coach es primordial ,antes de ejercer, haber realizado previamente un trabajo interior de autoconocimiento y gestión emocional propia. Solo conociéndote bien a ti mismo, habiendo trabajado con tus propias creencias, miedos, valores y retos personales, podrás centrarte en tu zona de excelencia para poder volcarte al 100% en el coachee. Serás un buen coach porque serás un espejo que transmite una imagen fiel.
Formación y experiencia
No vale que tengas ‘intuición’, un ‘sexto sentido’, ‘habilidad para ayudar a los demás’, etc., si realmente quieres ser un excelente coach. Esas características serán un plus a la hora de llevar a cabo tu actividad, pero ni de lejos solo con esas cualidades ya estás capacitado para realizar sesiones de coaching.
La formación es primordial. Y no lo digo solo porque tenga una escuela que forma a coaches, sino porque es una realidad tanto para esta profesión como para cualquiera. De igual forma que para ser enfermero no puedes hacer un curso de dos fines de semana, para capacitarte y certificarte como coach profesional no te vale un cursillo de 3 días. Como mínimo necesitarás un año de formación para poder entender y asimilar todo lo que entraña un proceso de coaching bien estructurado para que sea un éxito.
Para completar esta formación, por supuesto, no te vale con conocer ‘al dedillo’ toda la teoría habida y por haber: hay que practicar. Saber la metodología de un proceso de coaching no sirve de nada hasta que no se pone en práctica. ¿Cuántos de vosotros no ha entendido realmente toda la teoría explicada durante los años académicos hasta que no ha realizado prácticas profesionales o ha trabajado de ello?
¿Y cuánta práctica se requiere para adquirir las destrezas y ejercer como un buen coach? Si te sirve de muestra, en nuestro Máster propio en Coaching además de brindar 3 sesiones de coaching individual (aquí entraría lo que he hablado antes de ser coachee antes de coaching) y otras tantas de coaching tutorizado en vivo desde prácticamente el inicio del estudio de la teoría, ofrecemos 20 sesiones de coaching a realizar por el alumno con clientes reales con el seguimiento de un mentor. En definitiva, no puedes convertirte en un buen coach en dos fines de semana.
Credibilidad y confianza
Creo que estas dos características hacen a un buen coach porque garantizan que el proceso de coaching sea un éxito. Si el coachee ve desde el primer momento al coah como alguien que esconde algo o no le da la confianza necesaria, esa química fundamental que facilita las sesiones de coaching no se dará y el proceso será arduo y puede que, incluso, infructuoso.
Considero que la credibilidad que infunde el coach depende de la conjunción de varios factores: las propias características personales del coach, el entorno donde desarrolla su labor, su formación acreditada y su trayectoria profesional y experiencia, entendiendo ésta última en este caso, no como las horas dedicadas a ser coach, sino como esa visión que le da su formación y práctica para que el coachee perciba que el coach entiende, correcta y completamente su situación, su problemática y sus retos, para poderlos valorar adecuadamente.
Pero más allá de estas cualidades digamos ‘formales’, la credibilidad de un buen coach viene dada, además, por cómo realiza su trabajo. La máxima de todo profesional del coaching es que el coach es solo un facilitador de desarrollo, un catalizador de las soluciones que encontrará el propio coachee. Un coach demasiado entrometido, dador de consejos por doquier y, sobre todo, protagonista del camino a realizar por el coachee, nunca será creíble.
En cuanto a la confianza, un buen coach la generará de forma natural siempre que actúe con generosidad, aplique en sus sesiones una buena dosis de empatía y sepa escuchar activamente.
Ética
Dejo para el final la clave que me parece principal para ser un buen coach: tener y actuar con ética. Porque los que no actúan con ética son los que realmente están dañando la profesión y, no solo eso, están perjudicando a los que se ponen ‘en sus manos’ para recibir un proceso de coaching. Asociaciones como ICF, el principal referente del coaching a nivel internacional, velan por el ejercicio ético de la profesión y los coaches profesionales y de verdad deberían acatar tanto su código ético como respaldar sus valores clave.
En mi caso, entiendo que la ética dentro de un proceso de coaching no es algo que se deba dar por sentado, sino que en la práctica es cuando el coach la tiene realmente que demostrar en numerosos puntos: manteniendo la confidencialidad, demostrando integridad y honestidad en las interacciones, utilizando un lenguaje adecuado y respetuoso en todo momento, o reconociendo qué áreas no son las suyas para remitir al cliente a quien corresponda, entre otros.
Por tanto, y siempre desde mi humilde opinión, hablar de un coach como ‘bueno’ o ‘malo’ no pasa por considerarlo mejor cuanto mayor sea el número de clientes que tenga, sino en cuanto al número de ellos que terminan un proceso de coaching con éxito, habiendo conseguido su objetivo y su propia transformación. Y parte de ese éxito vendrá prácticamente solo si el coach cumple los puntos aquí mencionados porque entonces será capaz de aplicar con la máxima excelencia un correcto proceso de coaching.