Revista digital
TRIBUNA
junio 2009

“Antiguos” y tecnológicos

Carme Gil,
profesora de EADA

 
Carme GilLa tecnología es una realidad en nuestras empresas y departamentos de trabajo. Todos estamos inmersos en una nueva concepción a la hora de aprender, de formarnos, de relacionarnos con los demás e inclusive de trabajar. Ello nos obliga a dar respuesta a toda una serie de incógnitas, de incertidumbres, hasta ahora no planteadas y, sobre todo, a un nuevo escenario de cambio de valores por parte de las nuevas personas que se incorporen a estas organizaciones.

Este aspecto es el punto más crítico con respecto a la influencia de las tecnologías y la gestión del conocimiento en nuestras empresas. Implica pasar de un modelo de cultura empresarial orientado a sistemas cerrados hacia otro totalmente abierto, más flexible y donde el indicador que apunta con mayor fuerza es la tecnología, frente al resto de indicadores que en otras generaciones eran primordiales, tales como la dedicación, el tiempo, la lealtad, y el compromiso. Es el caso de los “antiguos”, los más incrédulos o reacios a este nuevo paradigma, aquéllos que jamás hubiesen imaginado la revolución que la tecnología está suponiendo hoy día en todas nuestras organizaciones, donde ha pasado de ser un debate a un nuevo planteamiento de cultura empresarial.

Apostar por la tecnología como soporte para una perspectiva de eficiencia frente a la ineficiencia en relación con la no aplicación de dicha tecnología es ya una hecho que está aquí. Tener y saber hacer uso de las tecnologías acordes a los nuevos tiempos es lo que marcará diferencias y generará valor con respecto a otras organizaciones que no las poseen. Es crucial si queremos convertirnos en organizaciones atractivas, con proyección, con interés y capacidad de captación para las generaciones más jóvenes. Hemos de entendernos.

Pero la manera de integrar los diferentes valores así como el equilibrio entre rentabilidad y competitividad empresarial, por una parte, y la gestión del conocimiento producto de las diferentes generaciones, por otra, es el gran reto al que debemos dar respuesta sin mucha demora.

Otro aspecto que subyace en muchos de estos jóvenes profesionales es su apego por la tecnología. No van a renunciar a ella; lo más probable es que renuncien antes a incorporarse a nuestro proyecto. Esta situación hace que debamos prepararnos para dar respuesta a este mix generacional, aprovechando, potenciando y facilitando la coexistencia de todos. Es complejo gestionar equipos de trabajo donde tenemos miembros capaces de crear en 20 minutos un sistema de información compartido on line mientras que otros funcionan con el papel, las reuniones y algo de word. El equilibrio parece difícil.

Todas aquellas empresas que logren este fin serán organizaciones con valor añadido y crearán diferenciación respecto a sus competidoras. No se trata de marginar a los antiguos ni de ensalzar a los tecnológicos. Hay que facilitar el aprendizaje, la confluencia del sistema cerrado hacia el abierto. Pero para ello serán necesarios la tolerancia y el respeto frente a la imposición y la abolición. El nuevo modelo de management debe facilitar y compartir con naturalidad la apertura hacia esta tecnología convirtiéndola en una oportunidad y no una amenaza a la hora de trabajar y gestionar el conocimiento interno. El camino contrario provocará desilusión, rechazo y sentimientos de aniquilación o suplantación.

Si no queremos perder talento y convertirnos en organizaciones aisladas, cerradas en nuestra propia burbuja, tenemos que aprender a integrar esta nueva amalgama de personas de diferentes generaciones, con usos y prácticas tecnológicas distintas y con resultados donde todas pueden contribuir y aportar. En definitiva, renunciar a no tener personas no comprometidas. Para ello hay que reordenar nuestro modelo de management y nuestra gestión del talento. Hemos de saber armonizar lo mejor de cada generación, me refiero al valor que nos aporta cada una de ellas: la X, la Y y la Einstein.

Esta nueva dimensión se sitúa en una doble vertiente, por una parte tenemos las capacitaciones de las personas que integran las empresas y, por otra, la potencia, la versatilidad y alcance de la tecnología para aprender. La conjunción de ambas genera un gran potencial “corporativo”.

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