Revista digital
TRIBUNA
julio 2005

Formación para directivos de excelencia

Joaquín García-Tapial Arregui,
director de la división de postgrado de EOI

 
Joaquín García-Tapial ArreguiLa oferta y demanda potencial de formación en gestión de empresas para directivos es importante, teniendo en cuenta el proceso acelerado de cambio de nuestras empresas, aunque seguramente, como ocurre en otras áreas de la formación empresarial, nuestros directivos todavía no sitúan la formación en el nivel de prioridad que lo hacen otros países. Además, cuanto menor es el tamaño de las empresas (y recordemos que más del 95% de nuestro tejido empresarial lo forman las PYME), más dificultad tienen para prescindir durante unas horas diarias de sus ejecutivos, de manera que puedan asistir a cursos de formación.
En cuanto a la oferta, existen bastantes cursos de amplia duración (másters y equivalentes) en los que se admiten indistintamente alumnos sin experiencia profesional (post-graduados) o con menos de tres años de experiencia junto con directivos con más de 5 años de experiencia, lo cual dificulta enormemente la docencia y el aprovechamiento de las clases. Por otro lado, se encuentran los cursos cortos (seminarios y programas análogos), normalmente para profesionales con más de tres años de experiencia.

Según manifiestan nuestros propios alumnos, la formación en gestión de empresas afianza sus conocimientos, les proporciona la seguridad de saber lo que están realizando las empresas líderes en el país y, además, les estimula a reflexionar, a generar nuevas ideas y nuevas formas de resolver problemas, etc. El intercambio de experiencias con otros profesionales que desarrollan actividades similares es, igualmente, muy estimulante. El curso les proporciona una visión de conjunto que no siempre se adquiere en el puesto laboral, lo que les asegura que no pasarán por alto aspectos fundamentales que una firma que opera en un mundo globalizado y tecnifi-cado debe tener siempre en cuenta.

El día a día del profesional que se dedica a la gerencia de la empresa siempre no le permite tener acceso, de manera sistemática, a los nuevos conocimientos y técnicas de financiación, márketing, logística, e-business, internacionalización, etc. Así, y a modo de ejemplo, la expansión a través de internet, la transferencia de tecnología, la armonización entre crecimiento económico y desarrollo sostenible, la traducción de una política de responsabilidad social corporativa en iniciativas reales o la implantación en el exterior son realidades sobre las que la orientación y reflexiones realizadas por expertos en clase les permite, aunque parezca paradójico, ahorrar mucho tiempo.

Pero, ¿cómo debe valorar una empresa la inversión que realiza en formación? Cuanto mayor nivel de desarrollo adquiere un país y más eficaces son sus empresas, más valoran la formación de sus empleados. Sin embargo, en general, dentro de los programas de las escuelas de negocios existe mucha oferta. Por ello, es importante realizar la selección adecuada, ya que una formación de postgrado sin el rigor y la acreditación nacional e internacional suficientes pasaría de ser una llave para el futuro a un lastre de por vida en cualquier carrera profesional. Por tanto, existen una serie de cuestiones indispensables que todo candidato a un programa de postgrado debiera analizar, y que pueden resumirse en las siguientes:

• La trayectoria de la institución: en un mercado tan sumamente competitivo y variable como el de la formación, los años de permanencia de un curso son una primera garantía de solidez, prestigio y reconocimiento para la institución.
• Los contenidos de los programas deben preparar realmente al alumno para los grandes desafíos económicos, tecnológicos y empresariales.
• El reconocimiento nacional e internacional, así como los acuerdos con instituciones internacionales de prestigio, que favorezcan el intercambio de alumnos y profesores. En un mundo afectado de forma drástica por la globalización de los mercados, las políticas y las sociedades, sólo aquellos centros que participan de forma activa en foros internacionales podrán ofrecer las garantías necesarias. En este punto es necesario señalar que estas instituciones internacionales no siempre tienen el prestigio que aseguran, motivo por el cual el futuro alumno debe preocuparse de averiguar la implantación real de estas instituciones en sus países, a fin de optar por aquellas opciones que realmente le ofrecen un “valor añadido”.
• El nivel del cuadro de profesores debe reflejar un equilibrio entre excelencia académica y experiencia empresarial. La calidad de una institución ya no sólo viene avalada por el número de doctores con los que cuenta, sino también por la presencia de profesionales en activo que colaboran con la docencia.
• La vinculación de la institución con el tejido empresarial, reflejada tanto en el profesorado como en acuerdos de colaboración traducidos en la organización conjunta de actividades, programas de prácticas (reales), etc.
• El grado de desarrollo profesional efectivo de los alumnos una vez obtenido el título. A estos efectos, siempre resultará de extrema utilidad el contar con referencias de terceras personas que hayan pasado por estas instituciones y que, por tanto, puedan comentar su experiencia en la misma, cómo un postgrado influyó (o no) posteriormente en su carrera profesional...

Por otro lado, y junto con estos aspectos, también adquiere importancia el crecimiento de la formación complementaria en otras materias. Así, si preguntáramos a cualquiera de nuestros alumnos o a las empresas que habitualmente colaboran con EOI por los contenidos de la formación que esperan recibir en una escuela de negocios, probablemente nos encontraríamos con respuestas tales como finanzas, habilidades directivas, márketing, técnicas de gestión, etc. Y, sin embargo, a la hora de la verdad, las empresas demandan de sus profesionales “algo más” que los puros conocimientos técnicos y empresariales. Es por ello que cada vez más las escuelas de negocios deciden incorporar a sus programas de larga duración actividades-módulos cuya finalidad sea el ampliar esa formación técnico-empresarial que recibe el alumno en el aula, con la programación de una serie de eventos culturales y la organización de una serie de actividades que contribuyan a completar su formación humana. De esta manera, la asistencia a conciertos, conferencias sobre arte o arquitectura o cursos de cata de vinos o protocolo permite hacerles conscientes de la importancia que tiene el conocimiento de estos temas en el mundo de los negocios: elegir el vino adecuado en una comida o saber mantener una conversación sobre las últimas tendencias en arte moderno puede llegar a ser tan importante (o incluso más) como conocer el índice Nikkei de la bolsa de Tokyo o la última innovación en materia de residuos electrónicos.

En conclusión, con la variopinta y casi desmesurada oferta de cursos para directivos que existen en la actualidad en nuestro país, reflexionar sobre la conveniencia de apostar por una formación de calidad y excelencia debe ser un trabajo conjunto de la sociedad, las instituciones públicas, las empresas y todos los centros de formación superior.
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