Revista digital
TRIBUNA
abril 2009

El virus de la ilusión: ilusiónate y contagia

Mónica Castillo,
directora de Operaciones de Evolucion 21, Formación y Consultoría

 
Mónica CastilloCrisis, crisis, crisis…. En la televisión: crisis; en los periódicos: crisis; en el trabajo: crisis. ¿Sabemos hablar o pensar en algo que no sea la crisis? Ya sé que la situación es bastante difícil –los medios se encargan de que no lo olvidemos–, pero por mi parte creo, y sinceramente me apetece pensar, que el mundo no se acaba en el 2009, que la crisis no es el “Apocalipsis bíblico”. Cuando cierro los ojos y sigo oyendo las noticias que hablan de la cifra de parados, la falta de liquidez en las pymes, la baja concesión de crédito por parte de las entidades financieras, etc., me imagino (y todos los que hayan crecido con “La Historia Interminable” de Michael Ende me entenderán) que la crisis es como “La Nada”, un ente etéreo que genera emociones negativas, que lo cubre todo de pesimismo y nostalgia de otros tiempos, que lo va engullendo todo, lentamente, pero sin dar tregua.

¿Qué hacer entonces? Ser como el personaje del Comepiedras, sentados, autocompadeciéndonos, rememorando nuestras antiguas riquezas y actuales penurias, esperando que “La Nada” nos engulla; o ser como Atreyu, héroe luchador, que no desfallece, preparándose y peleando por el futuro, aunque sólo quede un último granito de la tierra prometida. No busquemos excusas, porque lo fácil, lo cómodo, es ser el Comepiedras. El verdadero reto, para aquellos valientes que no desfallezcan y deseen sobrevivir para cuando regresen de nuevo los buenos tiempos, es ser Atreyu. Sacudirnos el pesimismo, plantarle nuestra mejor cara a la crisis para poder observar el mundo que nos rodea con un espíritu emprendedor, buscando las mejores oportunidades.

Me niego a ser engullida por “La Nada”, quiero sentirme como Atreyu, quiero unirme al espíritu Coca-Cola y su último anuncio, al que titulan “Destapa la alegría”, en el que un anciano de 102 años conoce a un recién nacido y le cuenta: “…muchos dirán que a quién se le ocurre llegar en los tiempos que corren…, pero yo te digo que he vivido tiempos peores…”. Pues sí, siempre puede haber tiempos peores, pero también tiempos mejores y no sólo “el tiempo pasado fue mejor”.

Dicen que el futuro no está escrito, que puedes construirlo con tus acciones y actitudes, como dice el poema: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Yo quiero un buen futuro y si mi actitud va a contribuir a su construcción creo que ésta debe ser positiva. Citando a Alex Rovira en su libro “La Buena Vida”: “Las actitudes que tomamos en cada instante condicionan y crean nuestro futuro, y son una herramienta poderosísima de la que a menudo no somos conscientes, ya que en ellas reside el signo y el significado final que tendrá nuestra vida”.

Si ya sabemos que estamos inmersos en una crisis, y sabemos que no es el fin del mundo, ahora nos queda asumirlo. Tenemos que asumir los cambios que esto conlleva en nuestra cómoda rutina. ¿Cómo? No pensando en el “estamos”, sino en el “vamos a salir y cómo vamos a salir”, con los pies firmes en la tierra y la vista en el cielo, sin perder de vista el presente, pero proyectando el futuro. El futuro, con nuevas esperanzas, nuevos proyectos, nuevas expectativas, generando ILUSIÓN.

En estos momentos, la mayoría de organizaciones está pasando por momentos críticos y es responsabilidad de sus líderes conseguir que sus equipos asuman este cambio; incluso cuando “La Nada” se ha llevado a compañeros. Que se vean a sí mismos no como “los siguientes” sino como “los aguerridos supervivientes” y continúen trabajando hacia el futuro. Es responsabilidad de sus líderes que sus equipos se vuelvan a ilusionar. Supongamos que la ilusión es como una gota que cae en medio de un estanque provocando un cambio o movimiento en su superficie, generando varias ondas que se transmiten y acaban llegado hasta la orilla. De la misma forma, los líderes de las organizaciones tienen la capacidad de influir y transmitir ilusión a los que les rodean, pero primero deben encontrar la motivación, la piedrecilla que les ayude a provocar las ondas expansivas.

En algunas empresas, conscientes del creciente negativismo y el problema que éste genera en el rendimiento de sus trabajadores, se han decantado por la organización de jornadas lúdicas, que si antes ya estaban presentes en sus calendarios ahora cambian el objetivo transformándose hacia la total motivación, la alegría, la nueva creación o el resurgir desde las cenizas. Jugando con la intersección de elementos propios de otros ámbitos, como la risoterapia, la pintura, la construcción con globos o la magia, y uniéndolos a contenidos formativos propios del desarrollo de habilidades, se pueden llegar a crear temarios altamente tentadores y reconfortantes para todos los empleados. Por un lado, los equipos directivos trabajarán sobre su capacidad de liderar desde la motivación, la ilusión, y su habilidad para transmitirla. Por otro lado, los integrantes de la organización trabajarán sobre la necesidad de los cambios, la forma de asumirlos y la capacidad para afrontar nuevos retos. Equipos desestructurados aprenderán y comprenderán la necesidad de la creación de nuevos equipos, el empuje y sinergia favorecedores tanto de conocimientos como de emociones positivas que los mismos desencadenan.

Dado que en la situación actual no se pueden, o no se deben hacer grandes dispendios, estas jornadas tienen la ventaja de poderse trasladar al escenario idóneo según necesidades y presupuesto de cada organización. Desde ambientes especialmente preparados, en los que los participantes se pueden sentir parte de la “Orden del Temple” o un personaje del juego de “Cluedo”, a simples salas en las que se trabajará con grupos de mayor o menor tamaño, pero consiguiendo igualmente el objetivo.

¿Por qué “perder el tiempo” en este tipo de jornadas para aprender cosas tan aparentemente básicas? Porque podemos comprobar que la ilusión y la motivación son conceptos sociales, son emociones que se generan y se viven en sociedad. Porque, como decía un viejo proverbio: “Si me lo cuentas lo recordaré, si lo experimento lo aprenderé”. Porque la infancia es la etapa de nuestra vida en la que adquirimos más conocimientos y los niños aprenden desde la ilusión y juego.

De la misma forma que lo negativo puede envolvernos, la ilusión puede ser igual que la fuerza que empuja las fichas de un dominó hacia la consecución de un objetivo común. Los líderes deben ser esa fuerza que empuje continuamente las fichas hacia la ilusión y el objetivo.

En definitiva, debemos ser conscientes de que la forma en que afrontamos la vida marcará los frutos que obtendremos de ella.

Tan responsables somos de nuestra actitud como de la influencia que ejercemos en los demás. Utilicemos, por tanto, esta influencia como herramienta a nuestro favor para generar esperanza en el futuro e ilusión en los nuevos proyectos.

Si la ilusión es un virus, no pienso vacunarme. Y sugiero que te ilusiones y contagies a todos los que te rodean. Convierte la ilusión en epidemia.

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