Revista digital
TRIBUNA
mayo 2012

Aire sano, cuerpo sano

Carla Piedade,
marketing manager Iberia de Fellowes

 
Carla PiedadeDel frío al calor en velocidad record. Muy a nuestro pesar, esa es la tónica dominante del clima de la mayoría de las regiones españolas: la primavera y el otoño son estaciones verdaderamente cortas, así que para poder trabajar cómodamente no nos queda más remedio que someternos al imperio de la calefacción y el aire acondicionado dentro de espacios herméticamente cerrados.
Lo malo es que esto –y aunque muchos empresarios y responsables de Riesgos Laborales prefieran desviar la mirada- da lugar a numerosos problemas de salud. Varios estudios recientes confirman que el aire interno de cualquier estancia, especialmente el de las oficinas más modernas, con escasa ventilación o realizada a través de filtros, puede estar hasta cinco veces más contaminado que el externo.

Si lo unimos a que la gran masa trabajadora pasa el 90% de su tiempo encerrada entre cuatro paredes (bien sean las de su puesto laboral, bien las de bares o cafeterías, bien las de su casa) comprenderemos rápidamente la importancia que tiene para la buena salud respirar un aire interior puro a diario.

Ya lo advierte la Comisión Europea: "La amenaza representada por la contaminación del aire interior ha sido considerablemente subestimada por las autoridades públicas y la sociedad civil". Y en efecto, nuestras oficinas no están tan limpias como pensamos.

De hecho, podemos al menos nombrar hasta once patógenos muy habituales en todas ellas: agentes químicos procedentes de los pegamentos usados en los suelos de madera; formaldehido o metanal, un compuesto químico presente en los muebles de oficina; bacterias de escritorios –acrecentadas por la mala costumbre de comer en ellas- polvo en suspensión; alérgenos presentes en las paredes; mohos y virus alojados en los aparatos de aire acondicionado; polen de varios tipos de plantas; virus diferentes; sustancias químicas de oficina, como tóner, tintas o pegamentos; patógenos que crecen en las sillas tapizadas, o incluso toxinas que se esconden en las alfombras.

No es extraño, por tanto, que las alergias y enfermedades respiratorias preocupen a los responsables políticos de Salud de toda la Unión Europea. La mala calidad del aire interior se ha relacionado, según Seppanen & Fisk, con el aumento de los problemas de salud, enfermedades respiratorias, falta de bienestar, absentismo laboral y pérdidas de productividad en oficinas, despachos y otros espacios cerrados.

Para colmo, las tendencias indican que hacia 2015 la mitad de la población de Europa sufrirá al menos un tipo de alergia, incluyendo asma, eczemas, o fiebre del heno. En realidad, ya hoy día un 30% de los británicos está diagnosticado de alguna de estas patologías.

Y lo cierto es que no podemos eliminar de un plumazo esta realidad, pero sí podemos y debemos mejorar la calidad del aire que respiramos en nuestros lugares de trabajo. Con ello la productividad mejoraría espectacularmente; pensemos, si no, en la cantidad de alérgicos al polen que en estos días arrastran su tos, sus estornudos o su sensación de ahogo por la oficina.

Sin embargo, poca gente sabe que estos molestos síntomas y otros muchos podrían atenuarse con la instalación de purificadores de aire, unos dispositivos diseñados para eliminar agentes patógenos o partículas del aire interior y, por tanto, fundamentales para asegurar su calidad.
Se trata de productos altamente eficaces, pues muchos de ellos llegan a eliminar más del 99% de los elementos perjudiciales que coexisten en una oficina, pero huelga decir que para un correcto funcionamiento es necesario escoger cuidadosamente su tecnología y potencia y adecuarla siempre a las dimensiones del lugar en el que van a ser instalados. Asimismo, es fundamental seguir las indicaciones del fabricante en cuanto a la frecuencia en el cambio de filtros.

También, y antes de decidir su compra, es clave reparar en el nivel de decibelios que emite el aparato en funcionamiento. Aunque existen purificadores de aire muy silenciosos, recordemos que deberá estar encendido durante largas jornadas y no es necesario añadir ruidos molestos a las ya de por sí frenéticas oficinas de hoy en día.

En definitiva, hemos avanzado mucho en los últimos años respecto a la calidad del aire en los lugares de trabajo –no olvidemos que la prohibición de fumar en espacios cerrados fue un gran avance en este sentido- pero aún podemos dar otro paso de gigante hacia la adopción de un auténtico aire puro allá donde pasamos la mayor parte de nuestros días.
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