Revista digital
TRIBUNA
mayo 2019

Sobre la desobediencia en el ámbito directivo

Jaime Batlle,
Co-Dir. Académico - Posgrado Desarrollo Directivo de Fundación FOE. Universidad Pompeu Fabra-BSM

 
Jaime BatlleEn el posgrado de desarrollo directivo, que tengo el placer y el honor de co-dirigir con Xavier Puig, de la Universidad Pompeu Fabra - BSM. Impartió la sesión de liderazgo un profesor de eminencia y éxito contrastados quien dijo lo siguiente: "Hay que rebelarse y desobedecer", matizando que ello está justificado, cuando se aporta valor.
La sesión iba dirigida a un grupo de directivos mandos intermedios, de importantes empresas.

Suele ocurrir que en los programas de esta naturaleza, hay docentes, anécdotas y frases que una vez han pasado, ocurrido o se han dicho en el programa, se quedan ancladas en la memoria colectiva del mismo e individual de los participantes.

Esta, a la que hago referencia es una de ellas. "hay que rebelarse y desobedecer, siempre que aportemos valor".

Permitaseme desde estas líneas, matizar en apoyo sobre lo comentado en esencia por el profesor.

La aportacion de valor, como argumento único para desobedecer a otro, o lo establecido por otros, es algo subjetivo si se considera la aportacion de valor como futurible, que es lo que suele pasar en las empresas.

En tal caso, sobre algo subjetivo, no estaría tan clara la opción de desobedecer.

Hemos de considerar que se entiende la opción de desobedecer, desde el conocimiento de las partes, pues si tal no fuera no hablaríamos de desobediencia, sino de trampa a través del engaño. (y en la empresa ni en ningún ámbito de la vida deben tener cabida).

Tal como nos recuerda el diccionario, desobedecer es no hacer lo que ordenan las leyes o quienes tienen autoridad.

Por tanto, para que haya desobediencia directiva, esta debe ser conocida de ambas partes; quien tiene la autoridad (generalmente el poder) y quien se dispone a desobedecer.

Partiendo de que la desobediencia ha de ser conocida por las partes, huelga decir que la comunicación de que se producirá la desobediencia, debe partir del que desobedecera a quien será/n desobedecido/s.

Llegados a este punto, hemos de vincular la desobediencia a la responsabilidad de quien va a desobedecer y la posición de quien va a consentir o no, dicha desobediencia.

Si ésta es consentida, la responsabilidad recae sobre quien consiente, desde el plano estrictamente directivo. La desobediencia también puede ser consentida, con el compromiso de asumir la responsabilidad por parte de quien desobedece (como directivo en alguna ocasión he pactado situaciones de este tipo).

Por tanto, la cuestión de asumir la responsabilidad, es fundamental e insoslayable al abordar este asunto.

Otra cosa diferente, que es a lo que debió referirse el profesor, es la desobediencia como metáfora de actitud, por parte de quienes ostentan posiciones directivas en la empresa.

La actitud desobediente es cuestionarse lo establecido, proponer soluciones constructivas, tratar de aportar valor e insistir, insistir e insistir.

Pero claro, hay empresas en las que nuestras propuestas tienen salida, en parte o totalmente, y hay empresas donde todo es "no".

Cuando todo es "no", solo me quedan tres alternativas: irme de allí, quedarme sin rechistar (que es el precio a pagar por interesarme la permanencia) o desobedecer. Eso sí, si desobedezco lo he de hacer diciéndolo y en última instancia, sustanciando mediante la acción el objeto de desobediencia, haciéndome responsable de las consecuencias de la misma.

Es lo que nos viene a decir, la última escena de la película Whiplash, que expuso en el aula, de forma tan acertada, el profesor de Liderazgo de nuestro programa.
Jaime Batlle.
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