Revista digital
TRIBUNA
febrero 2023

Cabeza de ratón: pasar de una big four a una start up

Rafael San Román,
Psicólogo, Content & PR Manager de ifeel

 
Rafael San RománEl ecosistema laboral de muchos países está experimentando algunos corrimientos de tierra significativos en los últimos años. Pandemia, confinamientos, transformaciones en el paradigma profesional que dan lugar a dimisiones en cadena, o cambios en el planteamiento corporativo que se traducen en despidos masivos…
Podríamos decir que, entre unas cosas y otras, la experiencia del empleado y la manera de potenciarla ya no son lo que eran, al menos en muchos esquemas de KPIS en Recursos Humanos.

Por si fuera poco, hace algunas semanas saltaba a los medios de comunicación la noticia de las inspecciones que el Ministerio de Trabajo estaba realizando acerca de las condiciones laborales de las llamadas de Big Four de la consultoría.

Todos estos fenómenos, además de las circunstancias personales de cada empleado, pueden desembocar en una situación novedosa para muchos trabajadores de grandes empresas, por ejemplo del sector tecnológico o de negocios. Estos están particularmente acostumbrados a forjar carreras profesionales de enorme nivel de exigencia y, por tanto, enorme nivel de desgaste físico y psicológico.

Algunos de esos trabajadores habrán decidido abandonar sus puestos habituales en los últimos años, exhaustos y deseosos de trabajar de otra manera. Otros habrán sido despedidos recientemente y todavía estarán calibrando cuál es la mejor manera de reincorporarse al mercado laboral.

Otros, simplemente, seguirán desempeñando sus trabajos como cada día pero se plantearán si, en otro tipo de empresa, probablemente de menor volumen y notoriedad, con otro tipo de condiciones, podrían tener un desarrollo profesional en el trabajo más satisfactorio, incluyendo en lo que se refiere a su bienestar psicológico.

Sea como sea, pasar de trabajar en una corporación multinacional a formar parte, por ejemplo, del equipo de una pequeña empresa o una start up puede resultar todo un choque durante un tiempo para los empleados que experimentan esta transición, o que valoran la posibilidad de hacerlo.

Por un lado, está la potencia de una marca ampliamente reconocida, los presupuestos millonarios, las condiciones (económicas) del puesto o la proyección que un empleado percibe que la gran empresa puede ofrecerle, al menos en la teoría. Por el otro tenemos una empresa pequeña, que quizá está empezando, que todavía está estructurando el núcleo de su equipo, peleando por sus primeras rondas de financiación e, incluso transformando su concepto inicial para lograr abrirse camino entre sus competidoras.

¿Estoy preparado para cambiar radicalmente el tipo de empresa en el que seguir trabajando? ¿Deseo hacerlo o es mejor regresar al mismo modelo empresarial del que he salido o del que me han expulsado o en el que me encuentro actualmente? Estas pueden ser las preguntas de muchos trabajadores altamente cualificados cuando ponen en la balanza algo que va más allá de un cargo impresionante o una oficina situada en un rascacielos.

Para esos empleados que están en situación de dar un giro a su carrera profesional, cambiando al mastodonte por la hormiguita, la cuestión es identificar qué ventajas puede ofrecerle una pequeña empresa -una vez cumplidos unos mínimos en las condiciones- antes de incorporarse a su equipo. Veamos algunas de ellas:


1. Participar en un proyecto desde el comienzo

Las grandes corporaciones pueden tener mucho prestigio pero, en cierto sentido, son proyectos ya hechos y su misión consiste más en mantenerse que en crear. Por el contrario, participar en un proyecto empresarial desde el principio, contribuyendo activamente en su creación, puede resultar muy satisfactorio para muchos empleados.


2. Tener más margen de participación y creatividad

Cuando uno forma parte de un equipo de cientos o miles de personas, dentro de una estrategia y unos procesos altamente complejos, puede tener un margen de acción bastante diluido. Sin embargo, la estructura de una pequeña empresa, donde a veces una mesa basta para reunir a todo el equipo, ofrece más visibilidad y mayor probabilidad de que las ideas propuestas se lleven a la práctica con agilidad.


3. Plan de carrera más ágil

Aunque las grandes empresas pueden ofrecer planes de carrera muy ambiciosos, el proceso de ascender en la jerarquía y mejorar las condiciones puede resultar difícil y largo. Sin embargo, quizá una pequeña empresa o una start up exitosa no ofrezcan de primeras unas condiciones “premium”, pero sí la posibilidad de, en un periodo más corto de tiempo, poder posicionarse mejor debido a la menor “competencia interna”.


4. Otras responsabilidades, otras presiones

La profesionalidad siempre exige dar el máximo y preocuparse por el éxito de la empresa, tanto si esta es pequeña como si es enorme. Sin embargo, las expectativas y lo que está en juego dentro de una gran corporación pueden resultar muy estresantes en comparación con los procesos y cultura corporativa que se establece en una empresa pequeña. Esta siempre se juega mucho, cierto, pero también ofrece un contexto más amable para manejar esa presión.


5. Disfrutar de un clima laboral más favorable

Es cierto que en una start up hay periodos de muchos nervios y preocupación por la supervivencia de la compañía, cosa que no suele suceder en una gran corporación. Sin embargo, el tamaño del equipo, las dinámicas relacionales, la flexibilidad que ofrece una empresa pequeña facilitan un clima laboral más inclusivo y distendido que las estructuras altamente formales de una gran empresa convencional. Esto es muy beneficioso para potenciar el bienestar corporativo.

No existen recetas mágicas para saber qué tipo de organización responderá mejor a las necesidades profesionales y psicológicas de los empleados. Lo que sí sabemos es que los responsables de Recursos Humanos tienen un interesante papel ayudándoles a responder a la cuestión que les ocupa en este momento: en qué tipo de empresa desean trabajar a partir de ahora.
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