Revista digital
TRIBUNA
mayo 2015

¿Cómo saber qué beneficios ha reportado un curso a nuestra empresa?

Luis Herrero López,
responsable de Comunicación de International House Madrid

 
Luis Herrero LópezTodo programa de idiomas exitoso ha de disponer de objetivos claros y bien definidos y someterse a una evaluación independiente
Supongamos que una empresa ha contratado un curso para que sus empleados aprendan inglés o francés. Una vez el curso acaba… ¿cómo podremos saber si ha sido eficaz o no? Tal vez parezca una pregunta baladí, pero lo cierto es que no es sencillo medir o cuantificar el valor real que un curso de este tipo aporta a los trabajadores, sus beneficios no son tangibles a primera vista, y suelen apreciarse en el largo plazo.

Para empezar, hay que tener muy claro qué tipo de curso se desea contratar: sería extraño que una empresa solicitase “un curso de informática” genérico para sus alumnos; casi siempre tratan sobre cómo usar un determinado software, de qué forma sacar partido a una red social, cómo manejarse en una base de datos concreta, etc. De igual forma, un curso de idiomas ha de ajustarse a las necesidades concretas de la empresa, según su sector, el nivel de dominio del idioma del que partan sus empleados, de que existan departamentos o proyectos concretos que requieren conocimientos lingüísticos específicos… Los cursos, en definitiva, han de estar configurados a medida, aunque ha de evitarse el error de caer en el cortoplacismo o de contratar uno tan específico que sea ineficaz en alumnos que carezcan de la base adecuada.

Otro factor esencial es la motivación: cuando se prepare un plan de idiomas habrá que tener en cuenta que una parte de los trabajadores tal vez no encuentre ventajas inmediatas a esos conocimientos. Incluir unos objetivos definidos en el plan ayudará a que se perciba la utilidad de estas clases. Y es esencial que el proveedor de las clases de idiomas conozca la empresa para la que va a trabajar y el marco en el que opera, puesto que de esa manera será posible enfocar las clases hacia situaciones realistas y hacer ver a los alumnos de qué forma se aplican los conocimientos lingüísticos que adquieren en un contexto de trabajo. Por eso debe haber una relación estrecha entre la empresa y el proveedor; cuando este último sabe para qué tipo de estrategias de negocios se requerirán esos conocimientos, podrá impartir unas clases mejor enfocadas y conectar con los intereses específicos de los empleados.

Una vez que el curso ya está en marcha –y se han tenido en cuenta los factores enunciados previamente–, ¿cómo podemos saber si está dando resultado? Veamos algunas ideas que pueden ayudar a evaluar la eficacia de las clases:
  • Establecer objetivos claros en el curso: aparte de confeccionar un programa educativo detallado, los profesores deberían incidir, tanto al principio como al final de la clase, en qué materias se van a abordar cada día, para que los alumnos tengan claro qué es lo que han aprendido. Así se evitará la conocida situación de quedarse en blanco a la hora de explicar los conocimientos adquiridos. Y una vez el curso termine, será más sencillo comprobar si se han alcanzado las metas buscadas.
  • Asegurarnos de que el proveedor hace evaluaciones regulares: en relación con el anterior punto, es importante que a medida que el curso avance se compruebe si el ritmo de aprendizaje y los contenidos son los adecuados, y si los alumnos se implican en él. Confiarlo todo a una evaluación final es siempre arriesgado, sobre todo si nunca se han llevado a cabo acciones similares en la empresa.
  • Contar con alguien de la empresa que domine el idioma en cuestión y haya estado presente en las clases: el problema es que en muchas empresas los departamentos de Recursos Humanos no forman parte del personal que recibe clases de inglés y, por tanto, desconocen el trabajo exacto que se lleva a cabo en el aula. Su opinión sobre el buen o mal trabajo que ha desempeñado un proveedor de idiomas no debería depender de las impresiones de terceros.
  • Tener en cuenta que los cuestionarios de satisfacción no siempre son fiables. Es posible que los resultados de uno reflejen gran satisfacción entre los alumnos, pero esto no siempre es un baremo objetivo de la calidad de las clases. Por ejemplo, podría deberse a la presencia de un profesor divertido o amistoso, y no necesariamente a la calidad de sus clases. Por el contrario, tal vez un profesor estricto –pero riguroso y competente– reciba votos negativos de forma injusta.

    De esta forma será posible que la evaluación del éxito del curso sea lo más objetiva posible, menos basada en impresiones que en el cumplimiento de un programa claro. Todo lo dicho hasta ahora depende mucho de la empresa de la que hablemos. No es lo mismo diseñar un plan de aprendizaje de idiomas para una empresa pequeña, en la que todos los miembros de la plantilla tienen un objetivo en buena medida común, que otra en la que cada departamento tiene unas funciones definidas. Sin embargo, sea cual sea el caso de su empresa, todo programa de idiomas exitoso ha de tener en cuenta dos condiciones: disponer de objetivos claros y bien definidos, y someterse a una evaluación independiente.
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