Revista digital
TRIBUNA
septiembre 2014

Consciencia colectiva: sentido y trascendencia de un equipo

Ovidio Peñalver Martínez,
socio director de ISAVIA

 
Ovidio Peñalver MartínezLa reflexión que viene a continuación tiene el objetivo de abrir preguntas más que dar respuestas. Solo pido leerlo desde una mente abierta y reflexiva, que no lleve a conclusiones apresuradas…
Los equipos y grupos estructurados son “sistemas” vivos, complejos y abiertos, que suelen vivir al filo del caos. Podemos hablar de ellos como si fueran “personas”, en el sentido de que tienen una apariencia, una forma de sentir y hasta una personalidad o identidad, que los diferencia de otros sistemas.

Imaginemos un comité de dirección de una gran empresa aseguradora, por ejemplo. Así, podríamos hablar de un equipo o un sistema joven (ya que la mayoría de sus componentes tiene menos de 2 años en ele quipo), muy heterogéneo (por procedencia de países, formación de origen y edad entre sus miembros), realmente activo, serio y formal en sus formas y estilo de vestir, con muchas tensión en sus comités, muy decisor y ejecutivo, admirado y temido por el resto de la organización, donde se vive tensión casi permanente y estrés aunque se permiten expresiones de alegría y orgullo, donde se quejan de los mandatos fijados por la central europea y, a la vez, se consideran líderes de tendencia en el mercado español.

Podríamos comparar este equipo directivo o sistema con un equipo de proyecto de I+D, una pyme del sector Telco o un departamento de Marketing con atributos muy diferentes, por ejemplo, un sistema muy abierto, flexible, donde reina el consenso y la reflexión, muy homogéneo en cuanto a la edad y formación de sus componentes, visto como muy potente técnicamente por su mercado, que sorprende con ideas realmente originales y arriesgadas a menudo.

Comparando ambos equipos podemos convenir (siguiendo el símil de una persona), que un sistema tiene:

- un aspecto físico o un cuerpo, entendido como su aspecto externo, es decir, cómo visten sus integrantes (p.ej. muy formales, modernos), cómo se sientan en las reuniones y cómo es el espacio en que trabajan (decoración, distribución de sitios, es decir su psico-geografía), cómo gestionan el tiempo (puntualidad, duración forma de intervención en las reuniones). Me refiero a todos esos aspectos externos que definen a un sistema casi sin conocerlo todavía, solo por su aspecto, como ocurre cuando vemos a una persona y nos hacemos un juicio por su altura, cara, vestimenta, forma de andar y primeros gestos (como la forma de darnos la mano o sonreírnos).

- una emocionalidad o un corazón, entendida como las emociones que se permite y cuales no (gestos y expresiones de cariño y afecto, de agresividad o nerviosismo, cómo expresan el miedo o preocupación, entre otras), cómo gestionan sus conflictos, así como el estado de ánimo reinante en la actualidad (estrés, serenidad, resentimiento, ambición, etc.).

- una racionalidad o cabeza, que tiene que ver con las narrativas y explicaciones que se dan de lo que ocurre, con una declaración de valores, con un discurso que solo habla del pasado o del futuro, donde se escucha un sistema que se siente víctima de lo que ocurre o que cree que puede cambiar las cosas, además de poder observar cómo hablan entre ellos (se escuchan atentamente, se interrumpen, se preguntan, son concretos, basan sus juicios en hechos, etc.).

- un entorno o contexto, donde al formar parte de una red de relaciones, un macro-sistema o una cadena de valor, el sistema tendrá proveedores de servicios e información, así como clientes internos o externos (particulares y/o otros sistemas), donde se podrían analizar el tipo de relaciones y vínculos que mantienen (pudiendo haber complicidad, amistad, tensión o rivalidad) con otros sistemas.

Todas estas dimensiones (corporal, emocional, racional y social) le dan una identidad o “forma de ser” a un equipo o sistema, que le hace ser único y diferente a los demás.

La cuestión es si, siguiendo con el mismo símil de “equipo como sistema vivo es similar a una persona” (ya que también nace, vive, se puede reproducir en otros sub-sistemas y muere), podemos hablar de un espíritu u alma colectiva.

Muchas personas tienen claro cuál es su sentido de vida: cuál es su misión vital, qué quieren conseguir o cómo quieren contribuir. Puede ser transmitir lo aprendido a los demás, viajar y aprender más, constituir una familia, ser empresarios, contribuir a hacer un mundo mejor, hacerse ricos o cualquier otra visión o meta que les haga realmente sentido. No se trata de juzgar o valorar si un sentido de vida es mejor que otro, aunque si podemos suponer que según es el grado de conciencia y el desarrollo espiritual de una persona así serán sus retos y necesidades vitales.

Pregunta para la reflexión:
¿Podemos asumir que los equipos o sistemas pueden tener también un “sentido de vida” concreto o una misión particular que cumplir?

Alguno que puede estar pensando en el plan estratégico o en los objetivos de negocio de ese equipo o sistema. Aunque pudiera ser realmente no me refiero a esto y, en cualquier caso, esto sería valido para sistemas o equipos empresariales u organizacionales. ¿Qué diríamos entonces para una familia, una pandilla o un grupo habitual de amigos, una comunidad de vecinos o una asociación cultural a la que pertenecemos? Todos estos equipos y grupos organizados son sistemas colectivos también…

Hay variables objetivas, fácilmente observables y medibles, que parece claramente que influyen en un sistema, como pueden ser su tamaño, sus recursos económicos y humanos, el ecosistema en que conviven, la legislación que les pueda ser aplicable, los usos y costumbres sociales del momento, la declaración explícita (si la hubiera) para la que son constituidos, los objetivos o retos explícitos que persiguen, etc.

Otro tema es en qué medida ese sentido de vida (misión, visión, destino o guión vital), que realmente marca el rumbo y muchas veces las decisiones importantes de nuestra vida, es consciente o no para nosotros. Muchos autores y teorías hablan de múltiples determinaciones para la vida de un ser humano, muchos de ellos inconscientes, como son: la fecha de nacimiento, el nombre que nos ponen, lo que esperan inconscientemente nuestros padres de nosotros antes de nacer, el legado de nuestros ancestros, la genética, las primeras experiencias vitales así como las más traumáticas y felices de nuestra vida, la cultura y momento temporal en que vivimos, nuestros primeros amigos y noviazgos, nuestras ilusiones y retos, etc.

Más preguntas para la reflexión:
¿Puede haber variables no conscientes para los integrantes de un equipo o sistema que determinen en parte su funcionamiento?

Más descabellado todavía, ¿Es razonable intuir que puede haber dinámicas ocultas en los sistemas que tengan que ver con:
- reemplazar o sustituir el sentido de sistemas anteriores?
- la fecha en que fueron constituidos?
- el lugar que habita ese sistema?

Algunas personas hacen cartas astrales para negocios en función de su fecha de constitución; también se hacen limpiezas energéticas y estudios del subsuelo ante determinados lugares donde parece que hay problemas, entre otras propuestas aparentemente extravagantes.

Más preguntas: si asumimos que hay un co-inconsciente (una especie de inconsciente colectivo del equipo, como apuntan Moreno y Jung) en los sistemas, ¿cómo podemos acceder al mismo?

¿Podríamos plantear que los equipo o sistemas tienen “sueños” que no recuerdan, como nos pasa habitualmente a las personas?

¿Pueden acceder los sistemas voluntariamente a “experiencias cumbre”?

¿Podríamos hablar de equipos o sistemas más evolucionados espiritualmente?; si así fuera, ¿qué les determina o cómo los podríamos identificar?

Quizá estas preguntas no tengan ningún sentido, o quizá sí...

¡Bienvenido a la magia de los sistemas!
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