Revista digital
TRIBUNA
octubre 2013

Psicoterapia para directivos: ¿a qué esperamos?

Ovidio Peñalver,
socio y psicólogo experto en coaching y psicoter. de ISAVIA

 
Ovidio Peñalver¿Necesitan los ejecutivos y gestores un psicoterapeuta? Y, si así fuera, ¿lo buscan “a escondidas” y se lo pagan ellos o se lo debería proporcionar su empresa, de la misma manera que les cubre un chequeo médico anual?
¡El debate está servido! Los últimos datos nos indican que en torno a un 45% de las consultas en los centros de salud tiene que ver con problemas emocionales y relacionados con situaciones de estrés. Hablamos de claros síntomas de ansiedad y depresión, relacionados con muchas alteraciones de tipo psicosomático (gastrointestinales, cardiovasculares y del sistema inmunológico, entre otras).

Si a esto le sumamos la actual situación económica y laboral (marcada por la inseguridad y el desempleo), las probabilidades que tiene una directiva o un ejecutivo de sufrir serias alteraciones psicológicas es más elevada. Es más difícil encontrar trabajo y el fantasma del despido sobrevuela sin complejos.

A la vez nos encontramos con que en España seguimos teniendo complejos y reservas a la hora de decir que vamos a un psicoterapeuta (habitualmente un psicólogo o un psiquiatra); suele dar vergüenza en la mayoría de los casos y se oculta, especialmente en el entorno laboral, ya que se podría ver como una debilidad y nos podría “quitar puntos” de cara a una posible promoción o la simple permanencia en nuestro puesto de trabajo.

Pues bien, desde esta tribuna me gustaría reivindicar el saludable derecho a estar asistido desde el punto de vista psicoterapéutico a lo largo de nuestra vida laboral, con un transparente y claro apoyo desde nuestras compañías. A lo largo de una vida laboral es más que razonable y normal que tengamos momentos bajos en nuestro estado de ánimo (sean provocados directamente por causas laborales o más privadas), de la misma manera que enfermamos, nos resfriamos y tenemos que ir al quirófano a que nos hagan una intervención. Me gustaría lanzar una proclama de “normalización” de la asistencia a procesos de psicoterapia a lo largo de nuestra vida. Creo, de hecho, que es muy saludable, de cara a nuestro mejor conocimiento y desarrollo personal. Al igual que promovemos abiertamente una vida saludable (hacer ejercicio, alimentarnos bien, dormir adecuadamente), podríamos trabajar abiertamente aspectos relacionados con cómo resolvemos nuestros conflictos, cómo gestionamos nuestros duelos, cómo crecemos como personas y le damos sentido a nuestras vidas, además de cómo manejamos nuestras emociones en los momentos más complicados.

Es cierto que se están introduciendo otras fórmulas de ayuda y desarrollo personal, que sin ser psicoterapia, promueven el fortalecimiento y desarrollo individual y de los equipos, sobre todo en lo profesional (fijación de metas y consecución de objetivos). El coaching y el mentoring están ganando un hueco y respeto como métodos de desarrollo profesional dentro del mundo empresarial. De hecho, para mejorar competencias, desplegar talento, encontrar sentido y conseguir retos son fórmulas realmente válidas y eficaces.

Ahora bien ¿qué ocurre cuando la demanda o la necesidad es más clínica?. Pensemos en síntomas como: ataques de ansiedad, descontrol de impulsos con manifestaciones agresivas, apatías que llevan a no ir a trabajar, aumento en el consumo de excitantes o inicio en el consumo de estupefacientes, alteraciones sostenidas del sueño, variaciones bruscas y no deseadas de peso, sentimientos de agotamiento extremo o de incapacidad para tomar decisiones, sensación angustiosa de ser excluido y/o desplazado, por no hablar de síntomas más extremos como ideación suicida o brotes psicóticos.

Hay estudios que analizan las características de personalidad y conductas más comunes en los directivos empresariales, se trata como de un “retrato robot”, que facilita tener éxito en puestos de responsabilidad, eso si, a costa de un precio alto muchas veces en su salud. Algunas de estas son:
  • largas jornadas, sometidas a gran presión, que impiden fomentar hábitos saludables (ejercicio, alimentación, sueño, aficiones). Lo profesional prima en sus vidas.
  • imposibilidad de mostrarse vulnerable (decir no sé, pedir ayuda, mostrarse cansado o desanimado), ya que se vive como una debilidad que “quita puntos”.
  • asunción de riesgos, toma de decisiones rápida, ideas creativas, siempre actuando, alerta y disponible (muchas veces es una “pose” de falsa hiperactividad que suele llevar a síntomas de estrés).
  • actitud narcisista (se alimenta un ego amplificado y una coraza artificiales), que lleva dar una importancia desmedida a su imagen pública y a no recibir bien las críticas.


  • Es raro que cualquiera de nosotros, a lo largo de una vida profesional que puede durar en torno a 40 años o más no haya sentido o tenido alguno de estos síntomas. Desde luego en gente cercana a nosotros lo habremos vivido con cierta asiduidad. La realidad es que en la inmensa mayoría de los casos lo gestionamos solos y, de asistir a un profesional de la psicoterapia, lo hacemos por fuera a nuestra empresa (pagándonoslo nosotros y sin que se enteren). ¿Queremos seguir así? Mi propuesta es que tanto empresas (departamentos de Recursos Humanos y servicios médicos) como profesionales (directivos o no) traten estos aspectos con mucha más transparencia y normalidad; esto facilitará la empleabilidad de los profesionales y la productividad de las organizaciones, así como una sociedad más saludable psicológicamente hablando.
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