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TRIBUNA
octubre 2011

Back to the Basics

Margarita Núñez Canal,
directora de Desarrollo de Itineribus

 
Margarita Núñez CanalLa vuelta de estas vacaciones está siendo especialmente complicada para todos. Estamos viviendo una crisis interminable que vuelve a sacudirnos con fuerza este otoño, y lo que es peor, no sabemos cuando va a terminar. Desde que comenzó nos estamos preguntado qué ha pasado realmente para que lleguemos a estos niveles de desastre.
En nuestro contacto con muchos profesionales de distintas organizaciones empresariales vemos cierto desaliento y pérdida de rumbo. Existe una tendencia a buscar excusas y a pensar que la situación ha sido provocada por el “sistema”, por los “bancos”, por los “políticos” etc. En definitiva mirar afuera para encontrar los responsables. Lamentablemente no existe una mira autocrítica para ver qué ha pasado, qué hemos hecho nosotros, analizar nuestras propias actuaciones. Esta mirada de responsabilidad es necesaria para volver a construir la confianza que nos falta. Solo desde una reflexión profunda basada en el análisis podremos salir reforzados de esta etapa. Pero es evidente que algo no ha funcionado, y por tanto algo debemos cambiar, y para cambiar tenemos que empezar de nuevo por lo esencial. Como decía Ghandi “si quieres que cambie el mundo, empieza por cambiar tú mismo”. La pregunta es ¿qué es lo que tenemos que cambiar? Las empresas actualmente están demandando un cambio, o mejor dicho un reenfoque para salir de esta crisis o incluso para sobrevivir.

Como expertos en programas y proyectos de gestión del cambio en organizaciones empresariales hemos llegado a una conclusión muy simple, pero no por ello menos importante: es necesario volver a los principios básicos. Es lo que los americanos llaman “Back to the Basics”. Eso implica volver a definir los valores que sustentan la empresa, los que mueven a los directivos, los que nos diferencian, sobre los que se construye nuestro negocio y por los que nos eligen nuestros clientes; y hacer un discurso coherente hacia el mercado y hacia la propia organización interna. No es tiempo para superficialidades. Es tiempo para pensar en ecuaciones básicas.

Para nosotros “Back to the Basics” se resume en dos palabras: impulso e ingresos. Si concretamos estos términos implica que este proceso de cambio en las organizaciones tiene como objetivo fortalecer la relación con el cliente, que son la fuente de nuestros ingresos, e impulsar la energía y el esfuerzo de las personas que componen la organización, el equipo directivo y todos y cada uno de los empleados, hacia esa relación. Si queremos utilizar un concepto más extendido en la jerga empresarial es analizar y buscar donde aportamos valor y enfocarnos en ello.

Vivir un proceso de cambio real no es fácil e implica un desarrollo metodológico que tiene varias fases. Éstas se deben poner en práctica en cascada partiendo de la cúspide de la pirámide, donde está la alta dirección de la empresa, hasta llegar a todas las capas de la organización. Esta metodología está basada en un principio de actuación elemental, que supone que el cambio sólo se produce a partir de una reflexión personal y colectiva y a partir de un autoconvencimiento no de una imposición. No es lo mismo llevar a cabo un proyecto de transformación implantado a la fuerza por que sí, que uno que unifique los intereses individuales con los intereses colectivos de la organización.

Las fases del desarrollo metodológico son las siguientes: 1) La primera es la de reflexión que implica mirarnos al espejo, como compañía y como profesionales, ver qué somos, qué hacemos y cómo lo hacemos. Este es el desafío principal cuando una organización quiere realmente emprender una transformación. Un primer paso que implica: detenernos, parar, coger perspectiva, y, por último, observar. 2) Construir un discurso, basado en encontrar unos valores o principios estratégicos que sean comunes y distintivos de la organización, de su negocio y que sean compartidos por todas las personas que conforman la empresa, y reconocidos por nuestros clientes. La importancia de la coherencia externa e interna. La puesta en práctica de esos valores debe reflejarse en las relaciones con los clientes y en las relaciones internas, entre departamentos y funciones, en el equipo directivo. 3) Por último, generar una sistemática; es decir, tener un modelo de gestión que permita llevar a la práctica los valores establecidos. Se trata de construir una forma de trabajar sustentada en los principios definidos y en lo que aportamos y lo que contribuimos desde nuestra función al negocio. Los valores son la guía que dirige las acciones diarias, los procesos y los hechos. Es imprescindible que se traduzcan en resultados medibles y planes de acción concretos que aterricen los principios y garanticen su puesta en práctica. Tenemos que saber identificar desde cada posición, cuales son las palancas que movemos para que nuestra función sea realmente valiosa en el negocio.

Como ejemplo de desarrollo de un proceso de cambio de estas características pensemos en una redefinición de un departamento de RRHH de una empresa en la que por un cambio estratégico de la compañía o por una nueva dirección tiene que volver a tomar rumbo y definir cuál va a ser su función para toda la organización. Un análisis de su labor siguiendo este modelo metodológico ayudaría a enfocar mejor su contribución a la organización y al negocio. Lo hemos visto y vivido en muchas empresas y los resultados no pueden ser mejores. Es un proceso guiado, no impuesto, dirigido y facilitado.

Un proceso de “Back to the Basic” no debe entenderse como una vuelta atrás sino como una forma de recuperar el foco de nuestro negocio. Volver a centrarnos en los ingresos, en los clientes y en las personas que aportan valor. Eliminar estructuras superfluas procedimientos poco rentables y costes absurdos. Y alinear toda la empresa en el objetivo de recuperar unos ingresos que en muchos casos estarán peor que hace pocos años. Ese alineamiento de las personas, el ponerse todo el mundo mirando en un mismo sentido, tiene que basarse en unos mismos principios o valores compartidos, coherentes y que se concreten en acciones reales y medibles del día a día con resultados contrastables.
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