Revista digital
TRIBUNA
noviembre 2017

La magia de las conversaciones

Ferran Paris,
consultor senior de Karisma

 
Ferran ParisEstoy convencido de que más de uno hemos presenciado o vivido situaciones en las que, reunidos con familiares, pareja, amigos o compañeros alrededor de una mesa, en algún momento de la reunión se deja de conversar y se crea un silencio no buscado conscientemente para su mero disfrute, sino provocado por el manejo de nuestros dispositivos móviles (teléfonos, tablets, etc.) que nos transportan a una “realidad paralela” centrada en nosotros y las redes, y que hacen que desatendamos a aquellos con los que estamos compartiendo velada.
En el ámbito profesional cada vez es más habitual el uso de herramientas como el correo electrónico, aplicaciones de mensajería instantánea, etc. para comunicarnos con nuestros compañeros, sin que ello requiera tener a nuestro interlocutor frente a nosotros para poder entablar una conversación. No voy a poner en entredicho la efectividad de este tipo de canales de comunicación, ya que parte de su éxito recae precisamente en que son una forma rápida, inmediata y, en muchas ocasiones, eficiente de comunicarnos. Como dice el refrán: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Pero es obvio que el uso de estos dispositivos, programas y aplicaciones han modificado completamente nuestra comunicación con los demás, tanto en el ámbito personal como profesional.

Hoy en día muchas empresas diseñan sus oficinas con zonas de trabajo diáfanas y sin barreras físicas. Según señalan, este sistema fomenta la colaboración, ya que managers y equipos trabajan en un mismo espacio, de manera que pueden dar u obtener respuestas más rápidas ante la incesante demanda de información. Algunas ofrecen a sus empleados espacios comunes con sofás y cafetería para incentivar las relaciones interpersonales y para que interactúen y mantengan conversaciones entre ellos, ya sean de trabajo o informales. Pero, ¿cuántas conversaciones se dan en estos espacios? Yo diría, por propia experiencia y por lo que he podido observar, que pocas. De nuevo, no es extraño ver a personas más pendientes de la última entrada del chat que de la persona que tienen ante ellas, imitando comportamientos que se daban en otros espacios comunes de un ámbito más formal.

En mi opinión, estamos perdiendo la costumbre de conversar. Quizás porque las conversaciones cara a cara conllevan, entre otras cosas, tener escucha activa, empatía, inteligencia emocional, entender otras realidades o puntos de vista, aprender de los demás, implicarse. Mientras que la comunicación digital, a priori, resulta más sencilla, ya que no requiere una implicación tan alta por nuestra parte. Además de que nos permite decidir el timing de nuestras respuestas. Nosotros decidimos si queremos dar una respuesta inmediata o posponerla si no sabemos qué contestar en ese momento o cómo. Es más, en muchas ocasiones, y sobre todo cuando hay sentimientos por medio, nos “ahorramos” muchas palabras incluyendo un simple emoticono.

Dejando a un lado qué canales se utilizan, está demostrado que una buena comunicación es uno de los factores determinantes para mejorar los resultados de las organizaciones. Cuántas veces nos piden a los profesionales de RRHH que busquemos personas con habilidades comunicativas, que demuestren impacto e influencia en los otros, persuasivas, con dotes de liderazgo, con empatía, con capacidad de negociación... Según Sherry Turkle: “Reunirse para conversar cara a cara es bueno para la línea de resultados y unos directivos proactivos pueden generar el cambio necesario para que la conversación tenga lugar”.

Cuando la colaboración es clave para la productividad, para las empresas resulta positivo trabajar en un diseño que fomente y facilite la conversación. Por ello, creo que es una buena idea empezar la jornada con una reunión informal (sin dispositivos electrónicos e incluso de pie), ágil y rápida que contribuya a enfocar el día de forma constructiva y efectiva, donde todo el mundo pueda ponerse al día de las noticias de la empresa y compartir aquellos temas en los que estén comprometidos en ese momento, buscando opiniones, ideas o colaboraciones para poder producir más y mejor.

No se trata únicamente de habilitar espacios físicos de encuentro (sea entre colaboradores o entre responsables y colaboradores), sino ofrecer a los demás el tiempo y espacio necesarios para que puedan hablar y puedan ser escuchados y entendidos, con el objetivo de entender comportamientos que a simple vista no se comprenden y ser capaces de aparcar los prejuicios para entender la realidad de los otros, lo que a buen seguro ayudará a llegar a conclusiones más acertadas y a evitar decisiones precipitadas.

Por todo ello, mi recomendación sería encontrar un equilibrio entre la utilización adecuada de los dispositivos actuales, valorando la ventajas que estos aportan, e invertir tiempo en generar conversaciones que nos permitan tener una interrelación mucho más personal con nuestros interlocutores.
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