Revista digital
TRIBUNA
junio 2007

Un nuevo reto: frenar el fenómeno de la sobreeducación

José Ramos Rodrigo,
coordinador académico de la UEM

 
José Ramos RodrigoEn las últimas dos décadas hemos sido testigo del incremento sustancial, especialmente en los países desarrollados, del nivel educativo de la fuerza de trabajo. Este fenómeno ha sido notable en una economía como la española, que sustenta una de las tasas más altas de estudiantes universitarios y que ha hecho hablar de un fenómeno hasta hace unos años inimaginable: la sobreeducación. Una sociedad como la española, que en los años setenta falseaba las cifras de licenciados, ha pasado a tener la mayor bolsa de jóvenes universitarios de toda Europa. Sin embargo, a pesar de lo positivo del dato, debemos ser conscientes de los problemas que ello acarrea. En muchos casos, los puestos de trabajo que desempeñan estos universitarios no requieren el grado de formación que éstos aportan; en otras palabras, una proporción importante de licenciados españoles está desempeñando trabajos para los cuales tiene un claro exceso de cualificación.
Entonces, ¿por qué se siguen formando? La respuesta es clara: las expectativas de salarios más elevados y de mayor estabilidad laboral han llevado a los jóvenes españoles a incrementar el tiempo de permanencia en la escuela. Tal y como se desprende de los datos, el tener educación universitaria aumenta las ganancias salariales un 19% con respecto a aquellos individuos que no reciben esta formación. Esto nos lleva a una idea clara: formarse, aunque suponga un exceso de cualificación del trabajador, sigue siendo rentable.

La sobreeducación de los jóvenes universitarios es el resultado de un proceso acaecido en las últimas décadas. Si bien es cierto que no es un fenómeno en absoluto exclusivo de la economía española, no lo es menos que España es uno de los países donde este hecho cobra mayor relevancia.

A principios de la década de los ochenta, los jóvenes universitarios obtenían una licenciatura y se sumergían en el mundo laboral con la certeza de un buen puesto de trabajo y un claro desarrollo profesional. Tener un título de licenciado era suficiente garantía para distinguirse del resto y aspirar a una buena ocupación laboral. Posteriormente, la competitividad obligó al joven universitario a distinguirse de sus competidores. Entramos así en una etapa en la que para aspirar a colocarse en una vacante laboral era esencial haber realizado estudios de posgrado. En este periodo se incrementó considerablemente el número de estudiantes de másteres, así como la oferta de los mismos.

Actualmente estamos en una tercera era: la de la formación continua. En esta tercera etapa, el joven profesional vuelve a la universidad ante la necesidad de actualizar sus conocimientos y adaptarse a un mercado muy cambiante y competitivo. Los jóvenes profesionales se ven en la obligación de seguir formándose para mejorar sus conocimientos y, nuevamente, mostrar una señal de diferenciación respecto a sus competidores.



Sólo una formación universitaria de calidad, ajustada a la necesidades reales del mercado, será capaz de frenar la espiral de la sobrecualificación


Entendiendo cómo hemos llegado hasta aquí y, al mismo tiempo, dándonos cuenta del problema de la sobreeducación ... ¿Tiene algún fin este proceso? La pregunta es compleja, pero quizá la contestación no lo sea tanto: sí. Es el momento de ser autocríticos y analizar la formación que estamos dando a nuestros universitarios. Es necesario plantearse que quizá la educación universitaria y postuniversitaria no se adecua a las necesidades reales del mercado, llevando a un exceso de formación de los jóvenes españoles. Si la educación que reciben nuestros alumnos no se ajusta adecuadamente al mercado laboral, los estudiantes se verán obligados a formarse durante más tiempo. En definitiva, no se trata de un problema de cantidad, sino de calidad de la enseñanza. La educación universitaria debe acercarse más a la empresa, lo que resolvería con toda probabilidad el problema de la sobreeducación. Solamente formando estudiantes de grado y posgrado que se ajusten a las necesidades del mercado, al perfil de conocimiento que la empresa reclama, conseguiremos parar este fenómeno de la sobre-educación.

Pero seamos optimistas y miremos hacia delante. En los próximos años las universidades españolas tenemos el reto de mejorar la formación de los futuros profesionales. El Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES) nos ha abierto un nuevo horizonte de posibilidades. Estamos ante un nuevo marco de trabajo en el que podemos adecuar nuestra formación a la realidad del mercado, formando licenciados más competitivos y que se adapten a las necesidades que demanda la empresa.

Desde este año tenemos la posibilidad de oficializar los estudios de posgrado, lo que supone un gran avance en esta búsqueda de una formación más adecuada a la realidad. Los estudios oficiales de posgrado son el primer eslabón en la construcción de una nueva universidad, que esté más próxima a las necesidades del entorno.

Pero todavía nos queda un paso mayor: los nuevos títulos de grado. Los nuevos títulos de grado deben adaptarse a los perfiles profesionales del mercado, deben formar a aquellos profesionales que se demandan en la empresa.

Y en este reto de la formación no sólo se trata de innovar en conceptos y conocimientos, es necesario dar un paso más. Las universidades deben formar en el uso de herramientas y trabajar en el desarrollo de competencias que permitan al futuro licenciado enfrentarse a su carrera profesional con garantías. Sólo si somos capaces de ofrecer una formación universitaria de calidad, ajustada a las necesidades reales del mercado, podremos parar esta espiral de sobrecualificación.

Una enseñanza de calidad y unos nuevos títulos de grado y posgrado cercanos a la empresa son la verdadera medicina para el problema de la sobreeducación.
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