Revista digital
TRIBUNA
septiembre 2013

Actitud Roja

Rafael Vara,
CEO de Lukkap Spain

 
Rafael VaraDebemos atrevernos a reestructurar el sistema de forma radical, debemos “echar a patadas” cualquier persona con tendencia a la corrupción
Cuando ganamos el Mundial, los españoles demostramos una actitud digna de internacionalizar. Esa actitud que demuestran los grandes hitos de la historia del progreso, un mezcla de euforia, alegría, profesionalidad y equipo. Todo teñido de la humildad del líder y el esfuerzo generado por todos los miembros. ¿Por qué ahora no podemos mostrar esa actitud como país? Obviamente es más complejo, pero no por ello imposible. Desgraciadamente, la situación que vivimos no deja de ir pasando de la coyunturalidad a la estructuralidad y eso es muy grave para el futuro de nuestros hijos. Sin embargo, los españoles nos caracterizamos por el corto plazo y, por ende, la poca o ninguna preocupación por las generaciones futuras. La clase política no está haciendo los deberes y cuando no los haces, suspendes. Lo peor de todo no es el hecho en sí, sino que además no hay consciencia de ello. La clase política se cree que está haciendo bien las cosas. Ser inconscientemente incompetente es peor que ser conscientemente incompetente, pues en el estadio inicial está más lejos aún del aprendizaje.

Si ahora consiguiéramos demostrar al mundo y a Europa una actitud de esfuerzo, de sentido común y de honradez, posiblemente el mundo y Europa nos darían muchas más oportunidades. Por el contrario, nos empeñamos en dar una imagen de laxitud y oportunismo, de ideas peregrinas y de constantes casos de corrupción.

La situación es más grave de lo que parece y lo peor de todo es que los españoles no nos damos cuenta de ello. Nuestra actitud debe ser radicalmente distinta en tres aspectos:

1. Actitud institucional. La deplorable Administración Pública nos proyecta una imagen digna de un país subdesarrollado. Debemos atrevernos a reestructurar el sistema de forma radical, debemos “echar a patadas” cualquier personas, con tendencia a la corrupción y debemos repasar el modelo de autonomías, centralizar lo centralizable y tener un sistema de control del gasto público riguroso que permita que cada euro gastado impacte positivamente en el crecimiento del PIB.

2. Actitud educacional. Sólo conseguiremos atraer la inversión y el desarrollo si nuestra materia prima es excelente. Nuestra materia prima más codiciada son las personas. Todos los españoles tenemos que tender a la excelencia académica. Sólo con magníficos profesionales podemos generar un mundo sólido y mejor. La actitud ante el esfuerzo diario, el estudio riguroso, la curiosidad intelectual haría que nuestros profesionales se posicionaran como sólidas, solventes y sobre todo capaces de trascender y dejar modelos económicos que generen sostenibilidad en el largo plazo.

3. Actitud de trabajo. Desde el mercado de trabajo se observan miles de casos dignos de desesperar a cualquier persona que haya sido educada bajo la premisa del esfuerzo y del trabajo. Profesionales que prefieren vivir a base de subsidios, trabajadores que conocen los más mínimos resquicios laborales para generar absentismo, personas que no realizan ningún tipo de esfuerzo por recolocarse, empresas que no ayudan a la recolocación, políticos que viven del partido….. Y todo ello se da por la actitud establecida y normalizada que supone vivir bajo el mínimo esfuerzo.

Si realmente consiguiéramos contagiar el esfuerzo de trabajo que se respira en nuestras grandes y pequeñas empresas privadas a las personas que están desempleadas y aquellos que viven de la “sopa boba” podríamos incrementar un 20% nuestra productividad y salir de esta situación de forma paulatina, sostenida y relativamente rápida.

Sólo dependemos de nuestra actitud, de esa actitud necesaria para reestructurar el modelo institucional, esa actitud de excelencia en la educación, en forjar siguientes generaciones fuertes y sabias y esa actitud de esfuerzo y trabajo. Si consiguiéramos avanzar hacia esas actitudes “rojas” conseguiremos mantener la buena o mala economía de bienestar que hasta ahora caracterizaba a nuestras vidas y nos dejaba dormir tranquilos. Si no, la consecuencia será muy clara: con o sin rescate, con o sin liquidez, volveremos a aumentar el nivel de pobreza, disminuir la clase media española e incluso aumentar la clase alta gracias, en gran medida, a grandes oportunistas (políticos o no) que serán los “listos” del sistema.
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