Revista digital
TRIBUNA
abril 2016

¿Tiene tu empresa una actitud mindful?

Eva Arús,
Marketing de MC Prevención

 
Eva Arús
El Mindfulness está de moda. Muchos artículos y noticias pregonan sus bondades. Al principio se aplicaba a nivel clínico, pero en la última década se ha ido integrando en diferentes ámbitos, incluso en el mundo empresarial y de los negocios. Google ofrece a sus trabajadores un curso de meditación, que es todo un éxito de asistencia. Pero hay muchas más empresas que cuentan con programas basados en Mindfulness: General Mills, Apple, Virgin, Deutsche Bank, Nike, eBay y un largo etcétera. ¿Pero de qué estamos hablando cuando decimos Mindfulness? Hablamos de meditación. Sí, no se trata de ninguna técnica moderna. Hablamos de una práctica milenaria originaria de tradiciones orientales.

Algunos arrugarán su nariz, pues hasta hace poco esta práctica la abanderaban hippies y yoguis. Incluso a mediados del siglo pasado era sacrilegio pensar en incluirla como objeto de estudio científico. Pero en 1979 se fundó el programa de Mindfulness para la reducción del estrés en la Universidad de Massachusets. Y desde entonces muchas investigaciones publicadas por numerosos científicos han demostrado que meditar tiene un importante impacto en nuestro cerebro. El córtex cerebral triplica su activación, regulando las emociones y fortaleciendo la resistencia a la adversidad. Aumenta la densidad de la materia gris en el hipocampo, influyendo en el aprendizaje y la memoria. Y disminuye el nivel de cortisol en sangre, contribuyendo a la reducción del estrés. En resumen, son muchos los beneficios de esta práctica. Tan solo media hora al día es suficiente para aumentar la capacidad de atención y concentración, mejorar la memoria y la toma de decisiones. Meditar disminuye la tensión arterial, mejora el sistema inmune, reduce el estrés y la ansiedad e incluso beneficia nuestra capacidad empática.

Dirigir la atención al presente. Vivimos con el “piloto automático” puesto y mientras tanto nuestra mente nunca descansa. Nuestro pensamiento racional (o rumiante) nos evoca de forma inevitable pensamientos constantes que divagan, se entrelazan y nos alejan del presente. Recurramos a un ejemplo para entender cómo nos afecta no saber frenar los pensamientos. Imaginemos que nos encontramos frente a un animal salvaje. Al verlo, nuestro cerebro envía órdenes a diferentes órganos de nuestro cuerpo para que se preparen para escapar y ponerse a salvo. Aumenta el ritmo cardíaco, prepara nuestros músculos, aumenta la presión arterial… para empezar a correr a la mayor velocidad posible. Ahora imaginemos que en nuestra mente empiezan a fluir pensamientos relacionados con una preocupación que nos inquieta (“Tengo que presentar un proyecto a final de semana y no sé si va a gustar”). Resulta que nuestro cerebro no distingue entre pensamiento o realidad. Y del mismo modo que nos preparaba para escapar de las garras del feroz animal, también nos prepara ante este pensamiento tóxico (un temor). Así que empezamos a presentar síntomas de taquicardia, cefaleas, rampas musculares y un sinfín de sensaciones que nos provocan malestar.”

La meditación ejercita nuestro pensamiento intuitivo. Nos permite observar sin juzgar. Ningún pensamiento es malo ni es bueno, no debemos evitar nada, simplemente observarlo. Y de esta forma hacer STOP al bucle creado entre pensamiento-sensación negativa-malestar-pensamiento tóxico-más sensación negativa… que al final acaba determinando nuestras acciones.

Bien vamos a meditar. Le invito a realizar un sencillo ejercicio. Durante diez segundos, cierre los ojos y esfuércese en no pensar en nada, mantengan la mente en blanco. ¿Cómo ha ido? Difícil, ¿verdad? Ahora, concéntrese en su respiración, contando hasta cuatro mientras inhala y exhale contando hasta seis. Hágalo un par de veces. ¿Qué tal? ¿Bien? Curiosamente ha estado durante treinta segundos sin pensar en nada.

Adoptar una postura cómoda y estar dispuesto durante los siguientes diez minutos (los más expertos pueden estar horas) a seguir unas pautas de respiración y observación.
Esto forma parte de meditar.

¿Y por qué se interesan las compañías más innovadoras en tener una actitud Mindful e integrar programas de meditación para sus empleados? Porque toda la empresa se beneficia de sus resultados. Las personas que practican la meditación experimentan bienestar: bajan su nivel de estrés y ansiedad, son más empáticos, mejoran la toma de decisiones, construyen relaciones positivas y contribuyen en los objetivos comunes.

El resto es fácil de adivinar ¿no? El bienestar que aporta el Mindfulness a los trabajadores repercute en su actividad, esto afecta a su entorno y a su implicación en el proyecto común de la empresa. Y evidentemente todos los beneficios que aporta la meditación se traducen en una reducción del número de accidentes laborales y de absentismo, de los conflictos interpersonales, de la fuga de talentos y, en consecuencia, contribuyen a una mayor productividad.

¡He aquí el secreto! Vivir conectado con uno mismo y con el entorno. Tener conciencia plena, no por esfuerzo, sí por intención. Desear mejorar nuestras vidas sin imposiciones, sin juzgar, sin prisas. “Le preguntó el alumno al maestro: ‘¿Cómo puedo conseguir ser un buen maestro?’ El maestro contestó: ‘Practica meditación durante diez años’, y el alumno le interpeló: ‘¿Y si trabajo muy fuerte e intenso?’, a lo que el maestro respondió: ‘Entonces practica durante 20 años’.
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