Revista digital
TRIBUNA
septiembre 2011

El equilibrio entre el miedo y la confianza

Joana Frigolé,
gerente de PERFIL Consultoría de RRHH

 
Joana FrigoléCuando estoy ante un coachee, que llega a las sesiones cargado de preocupaciones, decepciones, dudas ante una decisión a tomar, inseguridad, desconfianza hacia los demás o, simplemente, desea poner en orden las inquietudes y retos que quiere lograr..., me ilusiona y me entusiasma saber que dentro de un tiempo, cuando hayamos recorrido el camino emprendido, aflorarán en esta persona unas capacidades, potencial y energía ahora mismo imperceptibles.
Yo juego con ventaja. Me lo miro desde fuera. Y como es bien sabido, siempre es más fácil observar con más imparcialidad los problemas de los demás que los propios. Pero, sobre todo, me acompaña la premisa de partida, de cualquier coach profesional, que la capacidad de las personas para generar nuevas realidades es mucho más grande de lo que somos capaces de percibir.

Así pues, mi reto, es el de acompañarlo en un proceso que le permita ampliar su mirada de la realidad, descubriendo las creencias que lo limitan, las experiencias del pasado que lo condicionan y los miedos que le frenan. En este proceso me suele ayudar el dibujo de un nuevo equilibrio entre 2 fuerzas muy poderosas, tanto para impulsarnos como para frenar todas nuestras capacidades:

El MIEDO versus la CONFIANZA
El miedo se centra siempre en EL COSTE de nuestras actuaciones. Tiene como gran compañera la afirmación de punto y final: NO PUEDO. El miedo a perder algo que conseguí en el pasado (estatus, prestigio social, beneficios económicos, estabilidad, seguridad,…); el miedo que se nos genera cuando visualizamos el futuroafrontando las dificultades que prevemos (miedo a no ser capaces, miedo a no poder convencer a los demás, miedo a no saber, miedo a equivocarse,…) o simplemente, miedo a volver a revivir “aquel miedo” que tuvimos en el pasado.

El miedo, bien dosificado, es imprescindible y beneficioso: nos da cautela, interés para indagar los perjuicios que nos podría provocar nuestra decisión y, por ello, a tomar precauciones, a prepararnos, a valorar los riesgos que estamos dispuestos a asumir y aceptar que hay muchas variables que escapan de nuestro control. En definitiva, asumir la responsabilidad de las consecuencias de nuestra decisión, pase lo que pase.

Pero cuando es excesivo nos bloquea y nos limita, con el agravante que no siempre es fácil detectarlo. Me refiero a que los niños pequeños lo suelen mostrar de forma evidente, llorando y pidiendo ayuda. Pero los adultos hemos ido generando otros recursos mucho más sofisticados para no mostrarlo con tanta evidencia. Generalmente con multitud de explicaciones y excusas ampliamente justificadas, “razonadas” y aparentemente objetivas, que nos autoexplican y también sirven para justificarnos delante de los demás, el porqué no hacemos o no actuamos (igualmente no servirá de nada, me dirán que no, se enfadaran, ya estoy bien como estoy, ya lo he probado 1000 veces, yo soy así, ellos son asá, etc.).

De hecho, gastamos demasiadas energías escondiendo el miedo. Ayudar al coachee a descubrir y aceptar el miedo como legítimo y liberarlo de los esfuerzos que dedica a las autojustificaciones, es el primer paso que le permite dar un salto hacia la confianza.

La confianza se centra en los BENEFICIOS que podemos obtener con nuestras actuaciones, lleva como compañera “YO QUIERO” y se basa en 3 pilares:
- La sinceridad conmigo mismo y hacia los demás para no justificarme ni buscar excusas para no hacer. Aceptando que, a pesar de tener miedo, asumo la responsabilidad de mis decisiones y estoy comprometido con luchar para conseguir lo QUE QUIERO.
- Mi capacidad para buscar experiencias de referencia en mi pasado en las que sí he sido capaz de superar las adversidades, dificultades o retos, de forma que me sea más fácil identificar los pensamientos, los sentimientos, las emociones y la valentía que en aquellos momentos se evidenciaban en mi.
- Capacidad para desgranar y discriminar las competencias y fortalezas que me han acompañado hasta ahora para lograr mis retos y también de ser consciente de las vulnerabilidades que deberé aprender a gestionar.
La confianza, dedica poco tiempo a dar explicaciones sobre el pasado. Únicamente, recoge todos aquellos aprendizajes que le pueden servir para generar un futuro mejor.

Apoyada en estos 3 pilares, es clave y necesaria para ver y captar oportunidades donde los demás solo encuentran dificultades. Para mantenerse firme ante los obstáculos a corto plazo, porque estamos comprometidos con los retos que nos hemos planteado a largo plazo. Y lo hacemos desde la modestia y la humildad de aceptar que cometeremos errores y muchas cosas se escaparan de nuestra posibilidad de control. Pero la lectura constructiva que hemos hecho del pasado nos indica que estos errores serán precisamente los que nos ayudaran a aprender a bailar y danzar con una realidad que no siempre es, ni será, tal y como la hemos diseñado en nuestros sueños.

El equilibrio entre el miedo y la confianza
El equilibrio entre estas 2 fuerzas (el COSTE / BENEFICIO) es lo que nos permite pasar del SOLO PUEDO, ME FALTA, SI TUVIERA,… del presente, hacía LO QUE QUIERO Y LO QUE YA TENGO para empezar mi camino hacia el futuro. Hace un tiempo atrás, un emprendedor me lo expresaba así:
Tengo miedo, tengo la sensación que me lanzo a un precipicio y no sé exactamente que estaré haciendo de aquí a un tiempo. Pero sé a dónde voy, sé lo que quiero, cuento con una experiencia muy buena y tengo muy buenos contactos.
La valentía no está reñida con el miedo. Simplemente, los coachees se sienten valientes, han conseguido aceptarla, tener en cuenta sus avisos, pero sin quedarse enganchados.

Detectamos que se desequilibran estas fuerzas cuando nuestras miradas se focalizan en exceso hacia el:
- COSTE: El miedo está ganando terreno sobre la confianza. Evidentemente no alimentamos la confianza si solamente dirigimos nuestra mirada hacia lo que podemos perder, los costes y las dificultades. Tendremos que aprender a observar lo que podríamos ganar.
- BENEFICIO: La confianza es excesiva cuando no percibimos ninguna dificultad. Nuestra mirada únicamente se focaliza en los beneficios que obtendremos al final del proceso, lo que ganaremos y en las facilidades que tenemos para lograrlo. No sabremos aprovechar las ventajas del miedo si no damos un vistazo a las dificultades o en lo que tendremos que aprender para llegar.
Cuando el coachee inicia su proceso no suele ser consciente del desequilibrio en esta balanza tan importante para gestionar las adversidades y la incertidumbre. Sí que manifiesta que las personas que lo rodean le aconsejan un cambio. Pero siente que los consejos que le dan no le están ayudando. Al contrario, a menudo, se siente más impotente. Generalmente, la gente le aconseja “soluciones” que poco tienen que ver con este proceso (tendría que desconectar, no debe preocuparse, no pasará nada, los demás lo hacen peor,…). De una forma u otra, el coachee percibe que ya ha probado todas estas recetas, pero hay algo más… que le impide disfrutar y agradecer a la vida todo lo que ha recibido de ella.

Saber encontrar la forma de preguntar y acompañar emocionalmente al coachee, de manera que sea capaz de replantearse y poner en duda su forma de interpretar la realidad, es la clave para que descubra las autolimitaciones de cambio que se está imponiendo. Y es entonces cuando aflora la potencia, el caudal de posibilidades, las capacidades, el entusiasmo,… Todo aquello que estaba latente en aquella persona aparentemente indefensa, hasta que no ha sido capaz de cambiar el foco de su mirada: EL MIEDO Y LA CONFIANZA han firmado la alianza y podrán mostrarse, con naturalidad y espontaneidad, tanto hacia sí mismo como hacia los demás.

Evidentemente, es entonces cuando el coachee se da permiso para confesar que ahora siente más miedo que nunca, ahora tendrá que empezar a dirigir la propia vida. Es un momento en que es muy posible que se de permiso para llorar y al mismo tiempo mostrar una tremenda alegría y sensación de libertad. Es entonces, cuando nos reímos y compartimos una gran alegría.

De nuevo valía la pena LA CONFIANZA que deposité en las potencialidades de aquel coachee y también en mi propia capacidad para ayudarlo. A su vez, es el momento de dar las gracias al MIEDO, un compañero que me ha ayudado a estar alerta y a detectar si mi forma de acompañarlo no le estaba resultando útil.
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