Revista digital
TRIBUNA
octubre 2011

El optimismo ahora tiene un + delante

Elena Campón Laserna,
directora de Innovación y Desarrollo de Psicólogos Empresariales y Asociados, S.A.

 
Elena Campón LasernaEfectivamente, si un profesional tiene aptitud, tiene motivación, competencias y además, es optimista, entonces, claramente tiene un + a su favor. De un tiempo a esta parte, el optimismo ocupa su espacio en charlas, conferencias, seminarios... Aumenta el interés por la psicología positiva, no sólo para los profesionales del coaching y de RRHH sensibilizados con el tema. ¿Por qué? ¿Quizás hace unos años no era tan importante tener optimistas en el equipo? ¿Acaso no hemos buscado siempre tener gente optimista a nuestro alrededor? ¿Es un concepto emergente, como fue en su día la inteligencia emocional?
Como referencia, retomo un estudio de la Universidad Carlos III, sobre los valores y competencias más demandados a jóvenes titulados en el mercado profesional. El estudio concluía que entre las 25 competencias transversales evaluadas como muy importantes, resultaban determinantes la capacidad de aprendizaje en equipo (73,7%), la responsabilidad en el trabajo (67,4%), la actitud positiva y optimista (60,1%), la flexibilidad/capacidad de adaptación a nuevos entornos (58,7%), la orientación al cliente (58,2%) y la resolución de problemas (56,8%).

Al incorporar las empresas el optimismo en su filosofía y valores corporativos, empieza a incluirse en anuncios como criterio selectivo. En procesos de promoción, se añade a otras competencias clásicas como la orientación al cliente. Como resultado de ello, las empresas solicitan más herramientas de evaluación que permitan identificar este perfil con objetividad.

Y me pregunto nuevamente: esta nueva orientación/ preocupación ¿es causa o consecuencia de la situación económica que estamos viviendo desde hace unos años? ¿Acaso buscamos perfiles optimistas de forma generalizada porque carecemos de optimismo en general?

Uno de los mayores expertos mundiales en psicología positiva, Martin E. Seligman, realizó estudios al respecto ya por los 80-90, publicando (entre otras) sus investigaciones sobre la correlación entre optimismo y éxito en ventas, demostrando con resultados objetivos que, efectivamente, correlacionaban.

Entonces…..si una persona es pesimista ¿no puede tener éxito en ventas? Y en consecuencia, un pesimista ¿podría quedar etiquetado como tal durante toda su vida profesional?

Porque, llevándolo al extremo, ¿qué ocurriría si las empresas sólo contrataran optimistas? y en ese caso ¿qué pasaría entonces con los pesimistas? ¿Conoce algún pesimista con éxito? ¿Hay algún puesto donde un pesimista sea necesario?

Definamos primero lo que entendemos por optimismo. ¿Se trata de un rasgo o un estado? ¿Una competencia o una habilidad? ¿Es una característica estable o se puede entrenar? El optimista: ¿nace o se hace? ¿Se aprende el optimismo?

Hay un modelo psicológico que define el optimismo como la expectativa o creencia estable, generalizada, de que en la vida ocurrirán cosas positivas (Scheier y Carver, 1987). En base a estas creencias, cuando surgen dificultades, las expectativas favorables de los optimistas incrementan sus esfuerzos para alcanzar los objetivos, y las expectativas desfavorables de los pesimistas reducen tales esfuerzos, a veces hasta el punto de desentenderse totalmente de la tarea. Es lógico, por tanto, que busquemos tener personas optimistas a nuestro lado.

Otras definiciones hablan del optimismo como una disposición o característica única y estable, aparentemente nuclear. Nuestras investigaciones en el campo laboral, apuntan a que el optimismo, en realidad, es multidimensional, y puede analizarse desde varias dimensiones que se interrelacionan entre sí para dar lugar a distintos niveles y perfiles de optimismo.

Podemos diferenciar, por ejemplo, al optimista ingenuo (es feliz viendo todo de color de rosa, pero no prevé riesgos), el optimista auto confiado (confía mucho en sus posibilidades por lo que teme menos el error), el optimista realista (que combina su análisis crítico con la acción previsora).

Del otro lado, también encontramos al pesimista negativo (que critica toda propuesta posible), el pesimista desconfiado (que duda siempre de los demás), la pesimista víctima (que rumia constantemente sus desgracias) o el pesimista perfeccionista (que tiene tanto miedo al error que se paraliza).

Algunas dimensiones que evaluamos relacionadas con estos perfiles son: Nivel de Autoconfianza, Nivel de Confianza en los demás, Afectividad positiva, Estilo de evaluación cognitiva, Dominio Personal, Resistencia/Resiliencia, Estilos de afrontamiento.

Es importante hacer esta diferenciación, porque probablemente, y sobre todo en situaciones de crisis como la actual, nadie querrá contratar o trabajar con un pesimista negativo, pero tener sólo optimistas ingenuos, podría llegar a ser también un problema.

Estas dimensiones nos pueden indicar el perfil subyacente. Si nos centramos en comportamientos observables, encontramos consenso en los comportamientos que se atribuyen a las personas optimistas:

Generalmente tienen + sentido del humor, disfrutan + de las relaciones, confían + en el futuro, ven el lado + de las cosas, detectan + rápidamente las oportunidades, suelen ser + creativos y encuentran con + facilidad las soluciones a los problemas, se centran + en las posibilidades, se marcan retos + altos, facilitan + la convivencia y generan un clima + positivo a su alrededor, persisten + pese a las adversidades, y se reponen + rápidamente que los demás.

Por último, y retomando la pregunta de si el optimista nace o se hace:

Ambas cosas en realidad. Cuando hablamos de “expectativas y creencias” abrimos una puerta importante al desarrollo ya que, descartando algunas alteraciones químicas u hormonales (que requerirían otro tipo de abordaje), el optimismo (a mí me gusta más hablar de actitud positiva) se puede entrenar. Viene al caso la frase que dice que “El estado de ánimo, lo elige uno mismo”. Es verdad.

Sabemos que las personas podemos cambiar nuestros procesos cognitivos y estrategias personales. Incluso dar la vuelta a nuestro sistema de creencias. Las técnicas cognitivas, la PNL o el modelado (entre otras), funcionan. No digo que un pesimista extremo pueda pasar de pronto a ver la vida de color de rosa, pero ciertos comportamientos pesimistas, sí se pueden modular.

Por suerte, también los optimistas tenemos momentos de tristeza o pesimismo circunstancial. La diferencia es que sabemos que no son permanentes y que seguro que nos harán evolucionar.
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