Empresa, tercer sector y emprendizaje social
Bienvenida Sánchez, Rafael de Corral, Bernardo Bersabé,
de Research & Consulting International
Nos llama poderosamente la atención constatar en distintos
foros del sector empresarial el hecho de que muy pocos directivos y profesionales conozcan con propiedad de qué hablamos cuando mencionamos un término que hace tiempo comienza a estar en boca de muchos: el tercer sector.
¿Qué es el tercer sector? Tres datos significativos
Cuando hacemos referencia al tercer sector estamos hablando del sector no lucrativo (fundaciones, asociaciones, ONG y entidades de desarrollo social en general) que, además de aquellos objetivos prioritarios para los cuales se instaura de mejora social, solidaridad y cooperación al desarrollo de zonas geográficas y grupos humanos desfavorecidos, supone una fuerza económica cada vez más importante y creciente en España, representando una parte muy significativa del producto interior bruto del país.
Estos datos nos darán una clara visión del peso de la economía social en España:
• Un gasto de 31.000 millones de euros anuales (en torno al 5% del PIB en 2006).
• Un importante generador de empleo. El sector no lucrativo supera, en términos de empleo, a sectores como transporte y comunicaciones, alimentación, metalurgia, industria textil e industrias químicas.
• Un muy significativo volumen de trabajo voluntario. El 9,8% de la población adulta española dedica parte de su tiempo a colaborar con organizaciones no lucrativas.
En definitiva: más de 250.000 ONG, 27 millones de cuotas, once millones de personas solidarizadas y comprometidas, casi un millón de voluntarios que dedican más de cuatro horas semanales en las actividades del sector y más de 500.000 empleos remunerados a tiempo completo. Son cifras que reflejan la importancia del tercer sector en España, un fenómeno social pujante que debería ser abordado desde la empresa con compromiso y responsabilidad, y no como un mero elemento de márketing o imagen.
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la
RSC es “un conjunto de acciones que toman en consideración
las empresas para que sus actividades tengan
repercusiones positivas sobre la sociedad y que afirman
los principios y valores por los que se rigen, tanto en sus
propios métodos y procesos internos como en su relación
con los demás actores”. Misión de toda empresa ha de ser
la búsqueda del beneficio y la sostenibilidad en el tiempo,
pero quienes tomamos decisiones somos las personas, de
manera que nuestra dimensión ética, y por tanto la de
nuestras corporaciones, está implícita en las decisiones
libres de quienes en ella nos encontramos. El compromiso
de la empresa con la sociedad debería escapar de una
consideración ética simplista e interesada por razones de
imagen o moda. Su inobservancia y desconocimiento
implican un acto de falta de reconocimiento con cuanto la
sociedad nos entrega y una falta de responsabilidad
social, económica y moral que todo proyecto empresarial
debería cumplir para ser equilibrado. En definitiva, una
oportunidad perdida para mejorar en aspectos que –éstos
sí– todo empresario o directivo conoce: competitividad y
valor añadido.
¿Qué es el emprendizaje social?
Si de competitividad y añadir valor se trata, el emprendizaje social tiene poca competencia y es un valor en sí, porque sus objetivos y acciones van destinados a solventar problemas sociales, priorizando la resolución de éstos sobre los beneficios meramente económicos. El emprendizaje social quiere ser, al cambio social, lo que las empresas de negocios para la economía. Ello no significa que el beneficio económico se desdeñe, no, sencillamente está después de las personas, la convivencia y el hábitat que nos permite que la vida continúe.
Si ninguna fruta cae del árbol por sí sola hasta que no madura, igual ha sucedido con la difusión de esta tendencia socioeconómica, que ha ido madurando a partir de la segunda mitad del siglo XX, conforme a las demandas sociales que las administraciones públicas no alcanzaban a responder con eficacia. El proceso de crecimiento y desarrollo de la sociedad del bienestar ha traído un sinfín de bondades, pero a nadie se le escapan algunos de sus conflictos, aún sin resolver. A nuestro juicio los podríamos agrupar en tres categorías. Las relacionadas con la gestión del tiempo, que han generado sociedades abiertas las 24 horas, procurando como consecuencia un considerable aumento del estrés humano y una crecida de las emisiones contaminantes. Las ligadas al nacimiento de colectivos y nuevos patrones relacionales, que han dando a luz diversos modelos familiares, flujos migratorios y excluidos económicos. Y por último, la revolucionaria y todavía incomprendida incorporación de la mujer al mercado laboral, cuyas consecuencias psicosocialmente han dado lugar a salarios más bajos para éstas, conflictos con la maternidad y aumento de la violencia machista.
Todo nuevo problema es, a su vez, una oportunidad para responsabilizarse, es decir, dar respuesta. Una de ellas, tímida todavía, por parte de las empresas ha sido la RSC o RSE (responsabilidad social corporativa o responsabilidad social empresarial), que destina un porcentaje poco apreciable de los beneficios obtenidos a conciliación familiar, a reinversión en energías limpias, formación, ayudas sociales o cooperación al desarrollo. La otra respuesta es la de los visionarios, aquéllos que, anticipándose, deciden dar respuestas que con el paso del tiempo la sociedad irá reforzando. Nos referimos a los emprendedores sociales, que son quienes con sus acciones validan las palabras de otro emprendedor histórico, Thomas Edison: “Si todos hiciéramos las cosas que somos capaces de hacer, quedaríamos literalmente asombrados”.
¿Quién es un emprendedor social?
“Los emprendedores sociales no se quedan satisfechos repartiendo pescado, ni siquiera enseñando a pescar. No descansarán hasta revolucionar la industria pesquera”. Valga esta luminaria frase de Hill Drayton, fundador de Ashoka, para entender cuál es la función del emprendedor social como agente de cambio. Según Isidro de Pablo López, director del CIADE-UAM, los objetivos y señas distintivas de un emprendedor social son:
• Reconocer cuándo una parte de la sociedad presenta
un comportamiento ineficiente o dañino.
• Concebir una alternativa mejor de afrontarlo.
• Hacer que esa visión sea realista. Y luego, convertirla en una realidad que funcione.
• Para después convencer a su entorno que dé el salto hacia ese nuevo modelo de funcionamiento.
Una exitosa y palmaria muestra de la realización de estas acciones es Muhammad Yunus, distinguido con el Nobel por su empresa de microcréditos sin aval, luego copiada por un sin fin de entidades y bancos en todo el mundo. Yunus creó también Grameen Phone. Esta compañía ha creado más de 100.000 autoempleados, en las poblaciones rurales de Bangladesh a las que no llegaba
servicio telefónico alguno, a partir de la adquisición de un teléfono móvil para su posterior alquiler por llamadas,
creando una infraestructura de comunicación telefónica donde antes no existía. La del emprendedor social es el mismo tipo de personalidad que la de un emprendedor de negocios, pero concentrado en el sector social. Así pues, no es difícil ni complejo incluir el emprendizaje social en nuestros proyectos empresariales, sólo hay que ampliar la mirada más allá de los dividendos e incluir en el corazón como valor añadido y competitivo la dignidad de las gentes y el bienestar del planeta para crear riqueza participativa y sostenible.