Revista digital
TRIBUNA
enero 2021

Tecnología y talento tecnológico: la nueva era de la formación en las empresas

Marga Maldonado,
Head of Talent de Sopra Steria

 
Marga MaldonadoLa inquietud por aprender y crecer como personas es una de las características que nos define como seres humanos y también como profesionales. Sin embargo, en esta era digital en la que estamos rodeados de información, somos más inquietos y curiosos que nunca y queremos respuestas inmediatas a las preguntas que nos planteamos, que son cada vez más complejas y frecuentes.
Todo esto significa que tenemos la oportunidad de mejorar en las capacidades en las que no destacamos de forma natural por la propia ambición de mejora personal y profesional.

Para estar a la altura de sus profesionales, los departamentos de formación se han puesto al servicio de la necesidad de crecimiento de las personas como agentes activos de su desarrollo. Es decir, no pretenden facilitar un servicio reactivo únicamente focalizado en el negocio, sino que se centran, cada vez más, en aportar valor al que realmente es su cliente: las personas. Para ello, la tecnología abre la puerta a una nueva era de la formación en las empresas en la que podemos ayudar a aprender.


La tecnología al servicio de las personas

En un sector como el tecnológico, con profesionales tan formados y una alta rotación, atraer y retener talento es fundamental. Para ello, las empresas nos hemos adaptado para ayudar de forma efectiva a las personas en su aprendizaje, alejándonos de la obligación formal y pasando a un plano más focalizado en el aprendizaje real que equilibra tres grandes ejes: acompañar a los empleados y las empleadas para adaptarse a las tecnologías emergentes, enfocarse en aquellas acciones que nos permitan seguir activos en el mercado y estar adaptados a las demandas de los clientes y, por último, atender a las expectativas y deseos de las personas que forman parte de nuestra plantilla.

No se trata solo de alcanzar ciertas métricas para cumplir con los indicadores de formación, sino de adaptar nuestras metodologías y herramientas a la actualidad. En ese aspecto, las nuevas tecnologías pueden suponer un gran apoyo para cubrir estos tres ejes.

La gamificación, por ejemplo, consigue que las personas nos motivemos para cumplir retos y propicia el afán de superar nuestros propios resultados. Las estadísticas demuestran que es una de las tendencias de mayor éxito de los últimos años. Mediante objetivos de avance nos permite estar implicados con un sistema de aprendizaje en el que el cumplimiento de nuevos hitos nos mantiene expectantes y motivados. El aprendizaje gamificado a menudo pone de manifiesto nuestra competitividad y nuestra propia severidad a la hora de marcarnos objetivos. Nos retamos a conseguir mejores puntuaciones, llegar más lejos, cumplir más etapas o resolver más dificultades.

Por otro lado, debemos atender a la multi-localización y la posibilidad de aprender en cualquier sitio y a cualquier hora. Nuestro teléfono móvil es un ‘gadget’ del que no podemos separarnos, aunque lo intentemos. A través de él gestionamos cada vez más procedimientos de nuestra vida diaria. Por eso, debe ser una vía fundamental para la formación, eliminando las barreras mentales de que lo que nos entretiene no concilia con lo académico.

Las píldoras de aprendizaje o ‘microaprendizaje’ ganan terreno a las grandes clases magistrales o sesiones de larga duración. En primer lugar, es más fácil asistir a sesiones de corta duración, tanto por parte del alumno, como por el impacto que pueda causar a su empleador. Además, en sesiones de menor duración, se puede causar una mayor huella y obtener un mejor resultado porque se mantiene al auditorio expectante durante toda la sesión.

Como contrapunto a la formación tradicional, las comunidades profesionales son un gran foro de aprendizaje social. Se logra poner en contacto a personas con los mismos intereses tecnológicos, metodológicos o funcionales y se les permite aprender los unos de los otros, preguntarse, recomendar, participar e invitarse a eventos relacionados. Además, pone en valor el capital humano de las empresas y ayuda a elevar el orgullo de pertenencia a su mayor exponente. Por ejemplo, se pueden aprovechar las distintas herramientas de redes sociales para crear comunidades digitales y grupos de interés para resolver dudas, conocer formaciones, y publicitar la movilidad interna.

Por último, y aunque no tiene tanta relación con la tecnología, es importante dar ejemplo y convertir la cultura del aprendizaje en una prioridad para todos y todas en la compañía. Este compromiso impacta directamente en la experiencia de empleado y en la fidelización del mismo.

No hay fórmulas maestras. No todo vale para todas las personas, pero todas estas premisas consiguen llegar a todo el mundo de una forma u otra. El objetivo es conseguir permeabilizar el aprendizaje y fomentar la curiosidad por seguir aprendiendo apoyados en la palanca de las nuevas tendencias y las mismas herramientas con las que vivimos el día a día. Nuestro reto, el de las empresas, es dejar de poner el foco solo en nuestro propio objetivo y planificar teniendo en cuenta las necesidades de la persona, sus ambiciones y sus expectativas. La eficiencia crece si se reduce el tiempo de lo que no aporta, se aumenta la calidad de lo que se propone, se mejora el impacto y la accesibilidad y se realizan propuestas que resuelvan las inquietudes reales de las personas en paralelo a las del negocio. Es una cuestión de equilibrio.


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