Revista digital
TRIBUNA
abril 2020

La habilidad más infravalorada del liderazgo: el sentido del humor

Sergio de la Calle,
Head of Engagement en People Office de Telefónica

 
Sergio de la CalleQuerría comenzar diciendo que no he escrito el libro porque sea un persona buenrollista con una visión ingenua del trabajo. Yo abro el email y pienso “¿A ver que se ha roto hoy?”, entro en una reunión y pienso “¿Sacaremos algo en claro?”. No voy a afirmar que el humor sea una fórmula de éxito genérica ni una receta para la felicidad (en ese sentido, soy más de la filosofía que el mago More describe en su libro “Superpoderes del éxito para gente normal: Consigue todo lo que quieras... trabajando como un cabrón”). No se implementa una plataforma en 20 países ni se hace el outsourcing de una función completa, solo con una sonrisa….Pero un buen sentido del humor ayuda a hacer todo eso mejor y más rápido.
El humor en el ámbito profesional debe tener un objetivo claro: ayudarte a conseguir impacto y a alcanzar tus objetivos. El humor tonto, es decir, hacer gracia por el único gusto de divertir, no para influenciar o gestionar una situación profesional, no tiene lugar en el entorno de trabajo. Algunos reducen el poder del humor a generar un buen ambiente de trabajo y eso, por si mismo, ya sería relevante. Pero los beneficios del humor que elevan la efectividad y la productividad son otros, los que se utiliza en las situaciones cotidianas del día a día; hacer una presentación, coordinar tareas, asignar roles, negociar un presupuesto, hacer un reconocimiento, etc….No es cuestión de ser un showman, convertir cada speech en un monólogo, tuitear chistes, disfrazarse en los eventos anuales o gastar bromas en todas y cada una de las interacciones. De hecho, no soy amigo de actuaciones «a la americana», con directivos que se rompen la camisa y corren de un lado a otro del escenario. En determinadas culturas puede funcionar pero en otras resultará estridente y sobreactuado. Hay un humor más sutil, sereno y cotidiano, que aflora en las interacciones del día a día que es el que eleva la productividad de forma sostenida.

  • Eleva la percepción de inteligencia y estatus: Algunos tienen miedo a usar el humor por miedo a que les pierdan el respeto pero hay estudios de Harvard que indican que no solo no ocurre sino que es el efecto contrario

  • Aumenta el impacto de la comunicación. Si echas un vistazo a las charlas TED más vistas, todas los speakers tienen algo en común; se apoyan en el humor para hacer los mensajes más memorables.

  • Refuerza el aprendizaje: En línea con la memorización, el humor es una herramienta valiosísima para el aprendizaje y la ciencia ratifica dichos beneficios. En un experimento en la Universidad de Tel Aviv, la conclusión fue rotundo: las notas del grupo en el que se incluyó el humor en la formación fueron más altas en un ochenta por ciento de los casos.


Y por no alargarme diré también es una herramienta importante para desatascar negociaciones, gestionar el conflicto, hacer autocrítica o responder un ataque. En mis conferencias sobre el tema, algún asistente se muestra escéptico y es entonces cuando juego la carta de la mítica Standford que tiene en su portfolio el programa «Humor: Serious Business», en el cual los profesionales comprenden los usos estratégicos del humor en los negocios, descubren su propio estilo de humor, entienden el de los demás y aprendan técnicas para integrar el humor en su estilo de liderazgo.

Con todas las evidencias, la paradoja es que hemos asociado equivocadamente la risa a la frivolidad o a la ociosidad. Ese desprecio por lo humorístico se refleja en microcomportamientos con los que hemos lidiado desde niños. Así, la abuela, con su mejor intención, te empieza a decir a la tierna edad de seis o siete años: «Ya eres mayor, déjate de tonterías». En el colegio, los profesores te riñen: «¿Y tú de qué te ríes? ¡Esto es muy serio!». Y en la oficina te recriminan: «Qué bien que te lo pasas. Eso es que vives bien». En el ámbito profesional, hemos confundido la seriedad con la profesionalidad. Es fácil afirmar que este paradigma es erróneo: piensa un momento como defines coloquialmente a las personas con la que te gusta estar. Puede que en tu mente hayan aparecido cosas como “Transmite alegría”, “Es super-positiv@, siempre con una sonrisa” o “Te partes con él/ella”. ¿Y qué ocurre cuando preguntas que es un buen profesional? Normalmente te dirán “Trabajador”, “responsable”, “Serio, no se anda con tonterías”. Esto se acentúa en los puestos de mayor responsabilidad jerárquica: “Lucha”, “No da su brazo a torcer”, ”Defiende a su gente”. No tiene sentido que el humor aparezca en casi todas las características de una buena persona y en casi ninguna de un buen profesional.
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