Revista digital
TRIBUNA
mayo 2017

Sobre la selección de personal

Jaime Batlle,
Profesor de Universidad Loyola Andalucía

 
Jaime BatlleUna de las fortalezas que aporta a una persona las humanidades, es la capacidad de entender el entorno a múltiples niveles. Una vez se ha entendido y se tienen unas bases mínimas, se podrá interpretar desde múltiples perspectivas; una vez llegados a este estado entran en escena elementos influyentes de carácter personal como la educación, la psicología del individuo, su carácter, forma de ser y el entorno en el que se ha desarrollado, entre otros factores.
Cuando la persona interpreta desde su mapa el entorno, se desarrolla en el mismo en coherencia con dos elementos: su propia interpretación y el relato coherente de su propia historia.

En algún momento de su recorrido por ese relato, nos encontramos con el candidato en lo que llamamos un proceso de selección.
En ese preciso instante nuestro candidato nos desvela su relato y su posición en el mismo.

Demasiados candidatos tratan de mostrar un relato distinto y "adecuado" a lo que creen se adapta mejor a la posición a la que optan, o bien tratan de mostrar una posición diferente de su propio personaje en ese relato.
Es entonces cuando el entrevistador debe detectar las disfunciones que expone el candidato.

Más alla de los conocimientos, menos importantes en el paradigma actual de la hiper-información, para una mayoría de posiciones lo realmente importante es detectar en los candidatos una coherencia de su relato profesional y su posición en el mismo, sencillamente porque una persona que nos aporta coherencia en estas dos variables, tendrá la capacidad de situarse adecuadamente en el entorno que le proponemos ( adaptarse ) y lo mas importante: aprender con más facilidad los conceptos clave que le exigirá la nueva posición.

Si realmente tiene talento intelectual, será capaz de crear conocimiento y si además tiene fortaleza de carácter y liderazgo, aportará a la empresa en la que se integra, verdadero valor; valor que la empresa que lo acoge tendrá que saber aprovechar con una dirección adecuada y una mentalidad abierta en cuanto a la cultura organizativa.

Desgraciadamente en más procesos de los que sería deseable se buscan conocimientos y adaptabilidad, sin tener en cuenta la coherencia de los relatos de los candidatos y la posición de los mismos en sus propias historias profesionales.
También, desgraciadamente, demasiados candidatos, aunque excelentemente formados, no están situados de forma adecuada en sus relatos y a menudo, tales no existen.
Esta es la tragedia de la poca incidencia de las humanidades en nuestro sistema educativo y el poco interés que la sociedad en general dedica al pensamiento.

De verdad que resulta tragicómico observar comportamientos de algunos candidatos, excelentemente formados, cuando carecen de las bases fundamentales que les hubiera aportado una educación en la que las humanidades hubieran tenido una digna relevancia, al margen de los conocimientos específicos, claro que si, también tan necesarios.

Lo peor de todo es que esta trágica carencia no sólo tiene una incidencia negativa en las empresas, sino más aún en los propios candidatos.

La cantidad de personas muy bien formadas pero analfabetas desde la perspectiva de entender el entorno, empieza a ser preocupante; muy preocupante.

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