Revista digital
TRIBUNA
junio 2018

¿Dirección por objetivos?

Jaime Batlle,
Director Programa PDD de Universidad Pompeu Fabra-Fundación FOE

 
Jaime BatlleEn el transcurso de una conversación con un profesor universitario del grado de Administración de Empresas, le comentaba que la dirección por objetivos estaba dando paso a la dirección por ejecutar de forma adecuada, de manera que los resultados serían una consecuencia de dicha ejecución; claro está siempre que la estrategia fuese acertada y las acciones derivadas de las políticas supeditadas a aquella estuvieran diseñadas de manera correcta y coherente.
El profesor me miró con extrañeza previo paso a argumentar su objeción: si, dijo, pero hay que tener en cuenta que los accionistas piden resultados inmediatos a los directivos, de tal manera que estos están supeditados a la ley del máximo beneficio en el menor tiempo posible.

El argumento del profesor es irrefutable desde la lógica del inversor e incluso cabe admitir que esa forma de pensar y proceder condiciona el comportamiento directivo.

En base a ello la divulgación teórica en relación a las habilidades directivas expandida a modo de conocimiento y doctrina por las universidades y escuelas de negocio, quedaría supeditada a la lógica del capital y un paso más allá, a la naturaleza genética del ” Homus Economicus”

Esta aproximación nos lleva a un segundo escenario en un sentido estrictamente económico; el que se está produciendo en la actualidad referente a la tendencia de las compañías de mayor éxito a recomprar sus propias acciones, para aumentar el valor de sus acciones y en consecuencia el valor de las opciones sobre acciones de sus principales ejecutivos.

Todo lo anterior nos lleva a cuestionarnos una pregunta inquietante, que no es otra que plantearnos donde reside el valor competencial de los directivos actuales – me estoy refiriendo a los primeros ejecutivos -.

La respuesta seguramente es discutible y amplia.

En un mundo como el actual, en el que sobran los indicios de que es necesario modificar el rumbo, quizá el valor de los primeros ejecutivos resida en la competencia visionaria no tanto para acumular ganancias a corto, sino en hacer que sus compañías sean sostenibles aún a costa de avanzar a menor velocidad de crucero en relación a los beneficios; y por supuesto, tener éxito en que esta visión “directiva” prevalezca sobre el criterio de los inversores.

El modelo surgido de la Segunda Guerra Mundial está sin remedio en estado terminal y está evidencia afecta integralmente a todos los aspectos que conforman la vida cotidiana de las personas en occidente.

Sin duda también en el ámbito económico como escenario global en el que se integra la forma de dirigir y orientar empresas.

Los cambios acontecen a velocidad vertiginosa y también, en paralelo a esa velocidad, contemplamos la profundidad de los mismos.

El cambio de modelo es una realidad y aunque mi amigo profesor tiene razón, no es menos cierto que en épocas de cambio tan evidentes, la razón es cuestionable en la medida que sirve para apuntalar el paradigma en que se sustenta, sabiendo a ciencia cierta que no será el mismo en breve espacio de tiempo.

Es lo que tienen los cambios de escenario; los decorados dejan de servir y aunque es de perogrullo, o modificamos el foco de pensamiento y el soporte ideológico o el teatro no es que se nos vendrá abajo; simplemente se habrá tornado ineficaz e inservible.
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