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TRIBUNA
febrero 2023

El despido por mutuo acuerdo: ya toca ¿no?

Marion Suffert,
socia fundadora de Vasis Conseil

 
Marion SuffertEn Vasis Conseil, las personas nos contratan para buscar trabajo. En muchos casos, no quieren cambiar de trabajo. Quieren salir de su trabajo.
La ley no lo permite. O te despiden, o te quedas, o te vas sin nada, sin dinero ni cobertura de desempleo. Algunos lo hacen, pero pocos. Otros cogen la baja. Otros construyen una estrategia para llegar a un pacto camuflado: un acuerdo colusivo, en contra del legislador, de hacienda y/o del sistema. Más allá de las cuestiones fiscales, ¿por qué si existe el divorcio por mutuo acuerdo, no existe el despido por acuerdo mutuo?

Se confía más en maridos y mujeres que en empleados y empleadores.

¿Por qué será?


Algunas historias sobre víctimas y culpables:

1. Primera historia, Margarita:

Margarita lleva 20 años trabajando en su empresa, con un crecimiento profesional constante, y una percepción alta del valor de su trabajo. Entre covid y confinamiento, cambiaron el director, y todo cambió. Ya no está de acuerdo con la gestión de los clientes, no está de acuerdo con la organización, con la comunicación, con la información, con la dirección…. Una de sus compañeras se fue a otra división, la otra lleva un año de baja por enfermedad y la tercera llegó a un “acuerdo de salida” después de un conflicto por acoso psicológico.

Margarita se ha quedado sola. Ha cogido la baja por una intervención menor. Ahora tiene que volver “al frente”. No duerme.

¿Es ella la buena y la organización se equivoca?


2. Segunda historia, Alfredo:

Alfredo lleva más de 10 años como persona de confianza del propietario y presidente de la empresa. Promovido a director general, es respetado por el equipo de directivos, sabe mediar ante los conflictos reincidentes entre mandos y dirección, es el colchón que permite a todos sobre vivir al liderazgo de un empresario fuerte, atrevido y aventurero.
Entre covid, cambio de estrategia, enfermedad y negociaciones complejas, el cansancio se acumula, el jefe se dispara, y los conflictos se multiplican. Los vínculos familiares se resienten. Finalmente, las circunstancias inundan la mente de Alfredo como un chorro de agua fría que le ayuda a despertarse pensando: “Tengo que salir de aquí”.

¿Es el propietario el bueno y Alfredo no se adapta al cambio?


3. Tercera historia, Emma:

Emma es una joven con talento. Es conocida por su eterna sonrisa, apreciada por sus equipos y premiada por sus proyectos. Pero duerme mal y cada vez se entiende menos a sí misma. Rechaza las propuestas de promociones, las propuestas de los head hunters y las invitaciones a eventos de su entorno profesional. Se siente extranjera al mundo de la empresa, cada vez se siente más en desacuerdo sobre la cultura de resultados y los modos de recompensa existentes. Está fuera de la onda y culpable de su mal estar.

Después de un año de covid alejada de sus equipos, ya no puede más. Con la ayuda de su familia, decide tomar la decisión: se marcha. Necesita tiempo para recuperarse, descansar, pensar y salvar su sonrisa.

¿Es la empresa un entorno tóxico o Emma una joven caprichosa?


Margarita, Alfredo y Emma consiguieron salir de su empresa, llegando a un pacto con la empresa, con algo de dinero y cobertura de desempleo. Con estrategia, tiempo, aprovechando las oportunidades, y saliendo de los estrechos senderos de la ley. Engañaron al legislador, al juez, al fisco, y llegaron a un acuerdo camuflado con la empresa. Cobraron algo de dinero y se beneficiaron de la cobertura del desempleo para reconducir su vida profesional.


El pacto camuflado o acuerdo colusivo:

1. El consenso no entra en la lógica:

No se puede consensuar la salida de la empresa. Solo existen las salidas por culpabilidad del trabajador (despido disciplinario), por necesidad de supervivencia de la empresa (despido objetivo) o por responsabilidad de la empresa (improcedente). La decisión del trabajador de salir de la empresa (baja voluntaria) es casi un delito. El consenso debe ser camuflado.

  • Si el trabajador es culpable, será castigado: no cobrará indemnización. Hoy en día, cobrará desempleo, bajo una mirada sospechosa de las instituciones.

  • Si es por problemas de la organización, se intentará asegurar la supervivencia de ambos: la empresa pagará poco, y el trabajador cobrará algo.

  • Si la empresa es responsable, habrá indemnización, desempleo y ahorro fiscal.


No hay acuerdos posibles entre las partes. La ley no contempla el acuerdo sobre el desacuerdo, el desamor, el cambio de opinión, la evolución de las especies y los cambios de proyectos de vida, la gestión de edades o el cambio de pareja. En un mundo lleno de colaborativo, se disfraza el consenso porque no entra en la lógica.


2. Lo que hay: un ritual engañoso

Todo el mundo engaña a todo el mundo. Se engaña a la ley con un ritual conocido por las mayorías de los actores. Lo conocen el legislador, el juez, hacienda, los sindicatos, los responsables de relaciones laborales y los de recursos humanos.

Quizás el empleado lo sepa menos.

El ritual ha ido evolucionando. Algunos gobiernos intentaron simplificar el ritual y todo se complicó. Ahora el ritual, construido por los abogados para proteger a la empresa, al trabajador, y quizás a su bolsillo, es el siguiente:

  • fase 1: Se finge la falta grave.

    Para respetar la ley, vamos a decir al trabajador que ha cometido una falta. Sabemos que no es verdad. Pero con ello le haremos un favor. Un favor fiscal, no real. Con un documento escrito, se justificará el despido por faltas, fallos, irresponsabilidades, retrasos, incluso malversaciones. Algo parecido a los divorcios del inicio del siglo XX, con acusaciones de engaños y cuernos, malos tratos o falta de responsabilidad parental.


  • fase 2: El trabajador debe hacer una demanda judicial en contra de estas acusaciones.

    Recogerá pruebas y testimonios para demostrar la iniquidad de las acusaciones de la empresa. El proceso duraría meses, salvo acuerdo en el CEMAC (centro de mediación, arbitraje y conciliación) donde, siguiendo el ritual, (o el baile de los indios ?), la empresa y el trabajador acudirán vía abogados para pactar lo que conviene.



Las consecuencias del absurdo

Antes del covid, más de uno fue despedido por falta grave sin recurrir a un abogado. Para evitar el boomerang del conflicto con una empresa que quizás fue su hogar durante 30 años, algunos se fueron a su casa con una carta de despido disciplinario, aturdido y mareado ante los demonios de la culpa sin respuesta. Sin saber, que no era más que el inicio del baile de los indios, para hacerle un favor.

Después del covid, el aumento exponencial de rupturas ha sido exagerado y desmedido.

  • para evitar la nulidad, se miente.

  • para evitar los impuestos, se miente.

  • para evitar el boomerang, se miente.



El no sentido:

En resumen, para cumplir con la ley, hay que ir en contra de los fundamentos de la ley. La legislación laboral pretende defender al trabajador. A menudo, las excepciones de las excepciones llegan al no sentido. En este caso, el ritual perjudica al trabajador, cuando el fundamento de la legislación laboral es protegerle. La consecuencia es que cualquier salida de un trabajador es sospechosa.

Las heridas consecutivas al no sentido perjudican además a la empresa, al mercado laboral, a las políticas de recursos humanos, y al desarrollo socioeconómico.


Las heridas:

Muchas de las personas que se salvan fiscalmente con el ritual del pacto camuflado ven su tiempo de reposicionamiento en el mercado alargado. Este ritual prolonga el tiempo de búsqueda de trabajo, no solo por la dedicación real y mental del baile. Lo prolongo por las heridas del baile, la dedicación de las neuronas a buscar el “por qué”, el dolor de la injusticia, y sobre todo la culpabilidad que provoca la trampa a la ley. El colaborador que percibe que debería hacer otra cosa en otro sitio, no consigue imaginar un futuro diferente. Sólo ve que:

  • no puede decir la verdad a sus compañeros.

  • no puede comunicar sobre su deseo de cambio profesional.

  • no puede ser transparente en las entrevistas.

  • no puede ordenar sus pensamientos para dar sentido a su mal estar.

  • no puede irse con una conciencia ordenada.

  • no está disponible para buscar trabajo.



Estas heridas dejan huella. Retrasan la capacidad actuar. Impiden buscar trabajo con tranquilidad. Impactan en su propia imagen, en la percepción de su valor, y por supuesto en su identidad.

Por todo ello, lo que necesitamos es el despido por mutuo acuerdo:

  • para que la ley tenga sentido.

  • para que el trabajador deje de tener miedo al no trabajo.

  • para que el empleador tenga colaboradores implicados en el proyecto de empresa.


Nosotros podremos dedicarnos a consolidar los propósitos y proyectos profesionales de las personas, en lugar de dedicar horas inútiles a corregir los daños causado por rituales engañosos.

Dejemos la excusa de hacienda, ganemos tiempo y mejoraremos el mercado laboral.

Que ya toca ¿no?


Por Marion Suffert, socia fundadora de Vasis Conseil
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