Las ventajas de un triunfo en el trabajo pueden durar entre 2 y 3 años

31/07/2019 · ¿Cuánto dura un éxito profesional? ¿Hasta cuándo puede un profesional vivir de él? Estas son las dos preguntas que el diario Expansión ha lanzado a expertos como Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, y Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, con el fin de ahondar sobre el impacto que tiene alcanzar el éxito profesional y su conocer su perdurabilidad en el tiempo.

Si hay algo que un profesional desea es llegar a la cima de su carrera, teniendo en su haber más éxitos que fracasos, si bien estos últimos son los que permiten aprender esas lecciones que son vitales a la hora de emprender el camino hacia el triunfo. Pero, una vez que uno alcanza los objetivos que se ha marcado y que se obtiene el consecuente reconocimiento en su entorno laboral, ¿qué sucede después?

Para los expertos consultados por el diario Expansión existe un problema relacionado con el éxito, del que se habla poco en el contexto empresarial. Según exponen en el artículo, poner el listón muy alto y alcanzar objetivos extraordinarios, puede llegar a suponer que, pasado un tiempo, resulte casi imposible igualar la meta alcanzada, haciendo que el profesional se estanque, frustre o bloquee por no saber cómo encaminar su carrera después.

Y es que, cuando uno ha conquistado la luna, haciendo uso de la tecnología más puntera que hay hasta el momento, lo único que le queda por hacer después es reinventarse. Así lo destacan Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, y Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, en el artículo donde aseguran que, como máximo, uno puede vivir de su éxito profesional hasta tres años. “Pasado este tiempo conviene renovarse, o nos arriesgamos a ser profesionales caducos", afirma Peñalver.

Asimismo, Ortega incide en la diferencia que existe entre aquellos que logran alcanzar metas menores o logros parciales, frente a los que consiguen un gran éxito, obteniendo así una mayor visibilidad, que no se basa únicamente en lo que ellos aportan, sino en los triunfos obtenidos por todo un equipo. “Eso lo convierte en irrepetible, aunque podrá vivir (muy bien) de esa fama (conseguida por un equipo) durante un tiempo... hasta que se descubra que no sólo depende de su magia", apunta.

En este sentido, el diario Expansión expone la importancia de pensar en la situación que se producirá cuando la empresa se dé cuenta de que se está en horas bajas, a pesar de haber conseguido excelentes resultados en el pasado. “No está de más plantearse cómo reaccionará su organización cuando llegue su declive profesional y deje de ser el número uno”, se indica.

Al respecto se aconseja a las empresas tratar con respeto la decadencia de aquellos profesionales que han tenido un alto rendimiento, pensando más allá del beneficio propio, dado que a menudo son usados para atraer y retener el talento que la empresa necesita o para elevar su propia reputación. No obstante, esta situación idílica no es la más habitual y, por ello, los expertos consultados coinciden en la importancia que tiene mantener a raya las expectativas y contar con un ‘plan B’, además de una estrategia de reinvención y reciclaje para cuando llegue el bajón.

"La clave para mantener el prestigio logrado por un gran éxito es ser capaz de crear un método o un sistema que se pueda repetir. El exitoso debe ser conocido como la persona capaz de implementar una forma de hacer las cosas que transmita la idea de que no se debe sólo a la suerte o a las ocurrencias que le vengan a la cabeza", apunta Ortega. “En un mundo en el que se miente en el currículo, en las recomendaciones de LinkedIn, en las reuniones de trabajo y en cualquier situación profesional, tener un éxito reconocido al que agarrarse genera mucha más confianza que unas cuantas líneas en un historial profesional. Si encima hay quienes pueden corroborar ese éxito, es fácil que la balanza se decante hacia el lado de quien tiene, al menos, un triunfo documentado", añade.

Por último, el artículo incide en que, “de la misma forma que rentabilidades pasadas no aseguran rentabilidades futuras, éxitos pasados no garantizan triunfos profesionales venideros”. Así, para los empleadores resultan cada vez más irrelevantes los éxitos pasados y también la forma tradicional en la que se venden, por ello “no compensa obsesionarse con el hecho de ser imprescindible o insustituible”.

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