El grado de cualificación del empleo será clave para determinar su automatización

Pese a que los avances tecnológicos deben ser aliados de las empresas, la robótica y la inteligencia artificial (IA) están siendo vistas como un peligro para el empleo. Sin embargo, el estudio ‘Conocimiento, robótica y productividad en la PYME industrial catalana’, publicado en el III Congreso de Economía y Empresa de Cataluña y liderado por Joan Torrent, profesor de Estudios de Economía y Empresa de la UOC, en colaboración con el profesor del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), Ángel Díaz, defiende que el análisis económico ha evidenciado que la tecnología no destruye el trabajo, sino que sesga habilidades y destrezas, y desplaza tareas, trabajos, empleos y personas.

“Nunca se habían sesgado habilidades tan deprisa”, apunta Torrent, que cree que hay que preguntarse qué pasará con el tejido productivo de Cataluña y del resto de España, formado mayoritariamente por pymes.

Lo que sí queda claro es el impacto positivo que tendrá ésta tecnología en términos productivos. En este sentido, según indica Torrent, “si la robótica entra en una empresa en la que los flujos de conocimiento son abundantes, hay efectos positivos sobre la productividad”, aunque matiza que, sin estos flujos, no se producirá el efecto positivo.

Además, el estudio indica que generará nueva actividad económica, más empleo y mejoras salariales para las personas que trabajen en empresas o sectores de actividad vinculados con la innovación tecnológica. Al respecto, Torrent añade que éstos efectos positivos suelen compensar en el largo plazo los efectos de sustitución del trabajo si las empresas -especialmente a través de sus políticas de recursos humanos- actúan en forma de políticas activas, que forman y recapacitan las personas desplazadas.

Por otro lado, el profesor de la UOC considera que existe una “necesidad urgente de capacitación de la gente que está en el mercado de trabajo” para “interactuar” con la segunda ola tecnológica, referida al desarrollo de la IA y la robótica. Al respecto, el estudio defiende que la Administración debe tener muy en cuenta las políticas de empleo, ya que todas estas actividades son “intensivas en conocimiento” y, por tanto, necesitan una inversión muy alta en capital humano.

Finalmente, el experto destaca que “no existe evidencia que demuestre que la revolución digital haya terminado reduciendo la demanda global de trabajo, más bien todo lo contrario”. “Incluso, los sectores tecnológicamente menos avanzados de la economía, como algunos sectores públicos, o algunas dimensiones empresariales menos proclives a la digitalización, como las pymes, siguen creando puestos de trabajo en base a la revolución digital”, reivindica.

Como conclusión, Torrent reconoce que los riesgos de pérdida de puestos de trabajo y aumento de la desigualdad “son evidentes si la balanza de la utilización de la robótica se decanta hacia la sustitución del trabajo”. Por este motivo, considera que “una nueva orientación estratégica de los recursos humanos hacia la incorporación de la nueva ola tecnológica, y unos nuevos sistemas y prácticas de gestión para capacitar y desarrollar a los empleados en el contexto de la co-robótica parecen inevitables”.